Oyendo crecer el pasto

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Por Oscar Taffetani

(APE).- Cien mil personas mueren por día en el mundo a causa del hambre y enfermedades derivadas del hambre. La agricultura actual -dice el último reporte de la FAO- podría alimentar sin problemas a 12 mil millones (el doble de los habitantes del planeta), con 2.700 calorías por individuo por día. Pero no lo hace. Por eso, cuando un niño muere de hambre, en cualquier lugar del planeta, es que ha sido asesinado.

Jean Ziegler, relator de la ONU para el Derecho a la Alimentación, nos golpea con datos como puños. Busca despertar a una humanidad que ha sido expulsada, en sus palabras, de su propia historia.

“Persuadido por impacientes maestros -escribía Bertolt Brecht cuando promediaba el siglo XX- el pobre oye que es éste el mejor de los mundos y que la gotera del techo de su cuarto ha sido prevista por Dios en persona...”

“El neoliberalismo -completa Ziegler, en el siglo XXI- pretende que las leyes económicas son leyes naturales, que el mercado mundial no está dirigido por los hombres sino por una mano invisible...”

Luego de enumerar en un poema todas las clases de duda posibles, Brecht destacó una de contornos épicos, que ha dejado su marca a lo largo de la historia:

“La más hermosa de todas las dudas -resumió- es cuando los débiles y desalentados levantan su cabeza y dejan de creer en la fuerza de sus opresores...”

Jean Ziegler traza en su último libro un diagnóstico sombrío. “El neoliberalismo y la globalización -dice- son el terror cotidiano, la ley de la jungla y la negación de la historia tal como nosotros la conocimos (...) la República, los derechos humanos, el sufragio universal, en suma, esas instituciones de carácter irrevocable que construyeron nuestro mundo, están hoy agredidas, desmenuzadas por lo que llamo ‘el imperio de la vergüenza’: un conglomerado oligárquico de empresas privadas transcontinentales...”

Y después del diagnóstico -como Brecht, como tantos- aguza el oído, afina su sensibilidad política y nos arroja un rayo de esperanza:

“Marx decía que un revolucionario debe ser capaz de oír crecer el pasto. Y el pasto crece, incluso si las Naciones Unidas están devastadas por el cinismo norteamericano y por sus conceptos de guerra preventiva, de tortura permitida, etcétera. Y pese a que los Estados nacionales están asaltados por el FMI, por la OMC, por la liberalización y la privatización sin control. Pues bien, pese a todo eso, en los pueblos, se levantan movimientos totalmente nuevos, inéditos...”

“Ya no se trata de una ideología marxista o de otro tipo. Es, simplemente, la insurrección del imperativo moral de Kant, que nos dice que cuando un mundo funciona con la explotación del otro, cuando el bienestar de algunos está pagado por la miseria y la sangre de las multitudes, ése es un mundo terminado y hay que rechazarlo...”

Es que Jean Ziegler también... oye crecer el pasto.

 


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