En el idioma del imperio

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Por Carlos del Frade

(APE).- Estados Unidos promete invertir setenta y cinco millones de dólares para que los pibes en América del Sur aprendan inglés. Es uno de los anuncios que sirvió de prólogo a la presencia de George Bush en algunos países del continente estragado y resistente desde hace más de cinco siglos.

Los títulos de los diarios sostienen que es una ayuda del imperio a los pobres de la región.

Una limosna para las creaciones genéticas del propio país que se cree mandamás universal.

El hacedor de las miserias de Irak, Irán y otros tantos países invadidos que suelen aparecer a través de las imágenes que pueblan los medios de comunicación, se compara con el presidente John Kennedy al decir que esos aportes siguen la lógica de la Alianza para el Progreso de principios de los años sesenta del siglo veinte.

Bush cree que será impune por siempre. No solamente por los crímenes cometidos sino por sus palabras, sus mentiras.

Pero es bueno detenerse a pensar en la inversión norteamericana en los pueblos de la región para que las pibas y pibes aprendan inglés.

Hay que imaginar un futuro próximo: miles y miles de chicas y chicos nicaragüenses dirán, en inglés, cómo Estados Unidos adiestró a los contra para torturar a sus padres y abuelos; miles y miles de pibas y pibes chilenos repetirán, en inglés, cómo la Casa Blanca proyectó, impulsó y pagó la carnicería de Pinochet; miles y miles de pibas y pibes brasileños relatarán, en inglés, cómo el país más rico del continente está siendo barrido gracias a la tala del Amazonas y la multiplicación del hambre durante décadas de planes económicos diagramados por el tesoro del país del norte; miles y miles de pibas y pibes guatemaltecos y salvadoreños, contarán, en inglés, cómo los instructores yankis en tormentos enseñaron a multiplicar la obediencia en sus países dulces, pequeños y saqueados; miles y miles de pibas y pibes argentinos recordarán cómo las relaciones carnales con el imperio dejó las mesas de sus casas sin platos de comida para compartir con sus padres y que desde aquellos días desayunan, almuerzan, meriendan y cenan en comedores comunitarios o en las escuelas.

Será también en inglés que las chicas y chicos del continente le dirán a sus profesores del norte que algún día serán juzgados por crímenes de lesa humanidad en distintos puntos del planeta.

La educación del imperio es la subordinación a los poderosos y su escuálida ayuda no es otra cosa que el tamaño del desprecio contra aquellos que, a pesar de tantos pesares impuestos, no pudo doblegar nunca.

Pero bienvenidos los setenta y cinco millones de dólares en enseñanza del idioma porque con sus propias palabras, chicas y chicos de América del Sur les dirán bien fuerte, con los ojos cargados de futuro, que sus sueños no se venden y que la memoria de sus padres y abuelos está bien viva en las necesidades del presente. Hijas directas, esas urgencias, de las calamidades impuestas por el imperio que ahora enseña inglés.

En estas tierras de desmesura ya no hay lugar para conciencias presas y esclavas. Esa resistencia cotidiana se dice de todas formas e, incluso, en inglés.

Fuente de datos: Diario Clarín 06-03-07

 


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