Critica de la razón K (2º parte)

|

 

Por Alfredo Grande 

“Darío, Maxi y Mariano se abrazaron. Tan asesinados y tan vivos”
(aforismo implicado)

“Sabemos que estamos ante un final de época. Atrás quedó el tiempo de los líderes predestinados, los fundamentalistas, los mesiánicos. La Argentina contemporánea se deberá reconocer y refundar en la integración de equipos y grupos orgánicos, con capacidad para la convocatoria transversal, el respeto por la diversidad y el cumplimiento de objetivos comunes”. Discurso del Presidente Néstor Kirchner al asumir la presidencia de la República Argentina 25-05-2003

(APe).- “Cuando empieza el luto” es una obra de teatro de mi padre, cuyo seudónimo como autor era Juan Carlos Ferrari. El luto se sabe cuando empieza, pero se ignora cuando termina. Hay lutos que se despliegan en tiempos y espacios determinados, y en algún momento permiten al menos una cuenta nueva sin borrón. Hay otros que prolongados mas allá del bien y del mal, sostienen la pesadilla de los vivos que ya nunca dispondrán de su libertad ni de su alegría. La muerte de Néstor Kirchner nos ha dejado una Argentina Culpable. En los dos registros en los cuales la culpa se procesa: lo persecutorio y lo melancólico. En el primer registro se busca al responsable directo, o indirecto, por acción, por omisión o por simple deseo. “Algún culo va a sangrar” y entonces el Jefe de Gabinete sugiere quien puede ir y quien mejor se queda con las ganas, o con algo parecido. Incluso algunos ponderaron que la más odiada de las odiadas mujeres de la oposición se llamara a silencio. Se ignora que se contestó, pero hablar del tema, no habló. No hace mucho todos acordamos que la peor opinión es el silencio. Parece que cada vez acordamos menos. Lo cierto es que para cierta lectura, Kirchner fue asesinado por la oposición gorila, y por lo tanto, y parafraseando tristes palabras, se acabó otra leche de cualquier tipo de clemencia. “Al enemigo, ni justicia”. Sin embargo, se alaba el regreso de la política, aunque mas bien estamos observando que alguna tregua se ha roto y que sin declaración o con declaración (habitualmente en programas radiales matinales) alguna guerra está por empezar. Una oyente de un espacio radial que es mas K que los kinotos, dijo, supuestamente indignada: “donde estaba Altamira cuando asesinaron a ese militante del PO”. (nota especial: PO lo dijo casi con arcadas) La realidad no se paga de palabras, sino de actitudes. La culpa persecutoria es la matriz donde reverdece ese macartismo de consorcio que tanto daño hace, porque legitima los otros macartismos. El significante privilegiado para el discurso justificatorio de ese macartismo es “gorila”. Y ser oposición es ser gorila porque una razón simple: si es opositor es gorila. Tautología con una demoledora eficacia política. Puede tener apenas dos macetas, pero si es oposición seguro está entongado con la oligarquía terrateniente. Hoy la culpa persecutoria que ha regresado a la Argentina, coloca a toda la izquierda en varios banquillos no de acusados, sino de condenados. Si los gorilas lo mataron a Néstor, todo puede complicarse. También la guerra es la continuación de la política por otros medios. Esta culpa persecutoria está todavía amortiguada por el excedente de dolor todavía presente. Pero sabemos que el tiempo amortigua los dolores mas profundos, y si bien no todas las heridas cierran, todas dejan de sangrar. La cuestión es que en ese momento, el de los dolores mitigados, el contrapeso de la culpa persecutoria habrá desaparecido. Y la consecuencia mas probable sea su desmesurado crecimiento. Las próximas elecciones seguramente podrán acelerar ese mecanismo.

En el registro de la culpa melancólica también hay un culpable, pero no está afuera, sino que está adentro. Uno mismo es el culpable de la desgracia. Han aparecido trabajos donde se le pide perdón a Néstor. Palabras mas, palabras menos: “pobre mi Néstor querido, cuantos disgustos le daba”. Un acto nuevamente alejado de la política, y mas cercano a las lógicas familiaristas tipo “Asi es la vida”, la película que inmortalizara Enrique Muiño. Con la absoluta convicción de tener la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser, la culpa melancólica lo pone al sujeto en el borde exterior del precipicio. No puede no caerse. La única reparación, desde ya desmesurada, es sostener lo incondicional del apoyo a la viuda. Cristina, a la que habría que esperar para que pudiera elaborar todas las facetas de su duelo desgarrador, recibe la mayor adhesión que nadie pudiera imaginar algunos meses antes. Pero en esa adhesión, mas allá de la política, late una determinación profunda: “no soy culpable de su muerte”. Sacarse de encima la insoportable pesadez de la culpabilidad por la muerte de Néstor, reafirma la adhesión absoluta a su compañera de la vida. Nuevamente la política desaparece. Y todo aquello que de la realidad pudiera pensarse como negativo para la imagen idealizada que se está construyendo, es desestimado totalmente. Un ministro dice que la inflación es cosa de ricos. Le faltó decir que el IVA es cosa de pobres. La imperiosa necesidad de amortiguar la culpa melancólica puede lograr que hasta las mediciones del Indec resulten creíbles. Haberlo combatido en vida no es motivo de orgullo, sino de escarnio. Hasta el más lúcido pensador de la izquierda plantea que ha nacido un nuevo modelo de pareja política. Pareja que en realidad es matrimonio, y nuevamente la política cede su espacio a la lógica del parentesco. El maquillaje del patriarcado ha sido consumado, por ejemplo suprimiendo gradualmente el “de Kirchner”, por el apellido de origen. La sola posibilidad de que muerto el padre, hay un espacio político mayor para el hijo, es estremecedora. Son determinaciones de la sangre, de la herencia, que nuevamente colocan a la política en el lugar de una incómoda espectadora. Otro de los efectos de la culpa melancólica, es el permanente “gracias, gracias, muchas gracias” que se lee, se escucha y se alucina todo el tiempo. Espero que a nadie se le ocurra un Néstor Nuestro para agradecer y reverenciar a aquel que podría estar en los cielos. Pero este “demos gracias” subvierte a la democracia, colocando la voluntad, el deseo, y el poder del Soberano muy por encima de otras soberanías menos soberanas.

La culpa, persecutoria o melancólica, impedirá el duelo. El pasaje del recuerdo al mito será su cristalización permanente. Después de todo, ser hijo de las Madres y Abuelas, pero solo desde el día en que asume como presidente, autoriza a replantearse que hacía Néstor en los largos años en que era huérfano. Pero todo intento de historizar en este momento deviene peligroso. Mostrar lo contradictorio, e incluso lo incompatible en la figura de Néstor Kirchner, se opone a una Mítica Razón de Estado. Los que lo combatieron no lo comprendieron. Y los que lo siguieron, esos comprenden todo. De todos modos, los asesinatos, detenciones arbitrarias (como la de Karina Germano) los desaparecidos (Luciano Arruga, Julio Jorge López), las insoportables rentas sojeras, mineras, petroleras, ganaderas, y otros males mayores, no permiten acceder a la hipótesis que el único heredero será el pueblo. En ele mejor de los casos, será un heredero mas, de una herencia que tiene demasiados beneficiarios. Pero en algo debo acordar completamente con Néstor Kirchner: “el tiempo de los líderes predestinados quedó atrás”. Si alguien quiere ponerlo por delante, al menos no será en mi nombre.

Edición: 1896


Suscribite

Suscribite al boletín semanal de la Agencia.

Sobre la fundación

Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.

Sobre la agencia

Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte