Alejandro Cussianovich: educar desde la ternura

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Por Claudia Rafael – Silvana Melo

(APe).- Allí donde vaya se seguirá reivindicando como parte de “una banda de utópicos” irredimibles. Que apuesta a esa transformación profunda amasada desde la ternura como pedagogía. Alejandro Cussianovich, Chito para los que lo quieren bien, llegó a la Argentina por estos días desde su tierra, Perú, a compartir historias y sueños. Sus cabellos canos y una entera historia compartida con la infancia, el compromiso eterno y arrasador de quien continúa acariciando la equidad como semilla imprescindible en la vida y la convicción de que el trabajo es una herramienta socializadora fundamental desde los años tempranos.

Sacerdote tercermundista, fue el impulsor, en su Perú natal, de la pedagogía de la ternura. Desde los años 60 trabaja junto a la Juventud Obrera Cristiana y fue fundador del Movimiento de Adolescentes y Niños Trabajadores. En su paso por Argentina, compartió un debate con Alberto Morlachetti en Fundación Pelota de Trapo y en la facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata. Intensos los dos, referentes ineludibles a la hora de hablar de infancia, abrazan la convicción de que la vida merece ser vivida desde la construcción de un nuevo contrato social.
Su preocupación acerca de un modelo económico global que afecta los recursos no renovables en el sur de América, es el punto de partida: “El capitalismo extractivista en el Perú es hoy minería, petróleo y gas. Pero también oro: hay una cantidad de oro que es una catástrofe, es una maldición, el oro es una maldición, donde meta uno el dedo ahí hay oro”.

-La historia no ha cambiado mucho desde 1492 hasta ahora…

-No, no, no ahora son gringos y de otro lado y son peor que los españoles. Que eran bebes de leche todavía. En esa época fue una desgracia monumental porque fue un exterminio de la población, ahora no lo pueden hacer de forma directa pero los mandan a la ciudad a languidecer.

-¿En qué lugar queda la infancia en un panorama así?

-Nuestra labor de toma de conciencia de que eso no es normal, natural, ni deseable es fundamental. Si no hay formación política en las nuevas generaciones, no hay manera de empezar a resistir. La importancia de la organización en las criaturas también es importante. Tanto en jóvenes como chiquillos, si no hay niveles de visibilidad hacemos cosas lindísimas pero somos una cantidad de madres teresas, muy buena gente, pero eso no sirve para nada…

-No transforma…

-No, es apenas un testimonio, como el de las monjas, que se vayan al cielo, que las canonicen, lo que quieras con esas viejas. Y el drama es que tampoco tenemos una izquierda que vuelva a electrizar a las nuevas generaciones. En Perú todavía estamos en un período de post conflicto armado de 20 años. Y hay casi la necesidad de bloquear la memoria histórica. Si no hay memoria histórica no hay tampoco superación de errores y no hay tampoco posibilidad de imaginar y de reafirmar algo que puede parecer utópico, pero sin utopía no vamos ni a la esquina.

-Se habla mucho de los “ni ni”, chicos de entre 15 y 24 años que no trabajan ni estudian; trabajar a los 15 está prohibido. La infancia y el trabajo se presentan como mundos incompatibles. ¿Cuál es su mirada?

-No es verdad que el trabajo sea el factor principal para no ir a la escuela. Culturalmente son muchos los contextos en que el trabajo en lugar de ser un sinónimo de explotación es más bien parte de un proceso socializador. Es una representación de infancia que excluye y hace incompatible el ser niño y trabajador, el ser sujeto económico, el tener significación en la reproducción ampliada de la sociedad, de la familia. Es la producción de excluidos desechables y se asemeja a cómo el derecho y la normativa producen al niño delincuente, al adolescente criminal.

 

Cultura del desgano

  -Usted habla de necesidad de formación política para crear conciencia en los pibes, pero lo que vemos es la cultura del desgano. La    abolición del sentido: no hay futuro, nada sirve, no tengo ganas…

  -Hay una especie de desfuturización ¿no? En la sociedad de mercado el presente es lo que cuenta. Olvídate del pasado y no sueñes con el futuro. Es    ahora la cosa. Y el ahora es maldito. Con qué ganas voy a pensar en el ahora si el ahora es para sobrevivir. Y lo que dicen es peor aún: el futuro va a    ser tan canalla como es tu presente a menos que tú dejes de ser un trabajador y te metas a estudiar. La educación no es una respuesta mágica y    milagrosa. Te prepara para competir menos desventajosamente en un contexto en el que cada vez hay más una meritocracia. Ahora no basta con haber  terminado la escuela elemental o la secundaria. Te van a decir que es necesaria la universidad y así más y más y más. Me parece que los educadores  no  podemos taparnos los ojos y creer que porque el niño está en la escuela estamos realmente haciendo que esa criatura sea capaz de encarar lo que  le  viene encima. Porque la otra pregunta es ¿qué te vende la escuela?.

 

 

-Para qué mundo prepara…

-Si no estudio estoy fregado y si estudio no tengo garantías. Es como una trampa. Claro que hay que ayudar a que los chicos tengan un cierto nivel de escolaridad. Pero tenemos que preguntarnos quién armó la propuesta curricular que ellos encuentran. Parte de un territorio de confrontación cultural y política y hasta cierto punto, de selectividad. Estamos en el reto y en la posibilidad de reinventar esa herramienta llamada escuela. En qué consiste la educación intercultural bilingüe que es tan importante en países en los que tenemos 60 ó 70 lenguas distintas. ¿Es venderle lo formal, oficial y estandarizador en la lengua originaria? ¿O es pensar de otra manera?. No es sólo la lengua. Sino la lengua como instrumento para que, incluso en tus propios términos, venderte un contenido pensado desde otra matriz. En los debates de cambio climático los indígenas qué te dicen? “Sí, claro. Ha cambiado. Es un ciclo de 500 años más o menos. No es la primera vez que hay sequía. No es la primera vez que hay una modificación. Y en los próximos 500 años posiblemente volvamos a una regularidad mejor”. Y los científicos: “¡No!. Vamos a meter plata para cambiar esto y lo otro y la cultura industrial”. Son maneras distintas de leer fenómenos en una perspectiva que no es una resignación. Si cambiamos nuestro modo de vivir, seguramente en 500 años se habrá reequilibrado esto que hoy es una expresión de nuestra locura industrialista. En ciudades como Buenos Aires o como Lima aparece como un pensamiento arcaico, un pensamiento sin futuro. Esa es nuestra soberbia.

-¿Cómo se refleja en las vidas cotidianas la transformación que tiene como utopía la educación popular?

-No hay que preguntarles a los niños que están hoy en las organizaciones sino preguntarse dónde están los que pasaron por aquí hace 20 años. Para qué les sirvió entrar en contacto con educadores y educadoras. Para qué les sirvió en sus vidas. Y ojo que a algunos los verás en la cárcel. La pregunta no es: ¿usted llegó al congreso de la República? No. ¿Es diputado? Tampoco. ¿Es dueño de una empresa? No, tampoco. No va por ahí la cosa. Va por el lado de para qué te sirvió la experiencia como ser humano. Qué ha significado en tu vida. Eso es lo que hay que escupirles en la cara a los que siguen con el discurso de penalizar, abolir, que es una forma de eliminar, mandarlos a todos a que se encierren en la escuela y creer que con eso hemos resuelto el problema… Para decirles miren, acá está y sin plata de ustedes, sin plata de sus gobiernos, sin sus esfuerzos.

-A lo largo de estas décadas ¿qué cosas hubo que replantearse sobre las herramientas de la pedagogía de la ternura?

-Es un balance que habría que hacer honestamente. Lo que yo veo es que nunca en mi experiencia han sido granos o semillas que no hayan de alguna manera crecido en estas criaturas. Cuando ha habido una relación en la que hubo respeto, dedicación… es decir, si saben que pueden contar con uno en las buenas y en las malas, nunca es en vano. Un chico que está adentro, que está preso, y hay una educadora que lo va a ver regularmente. Y trae noticias de él. Y decíamos carajo tú te has metido en estupideces… y robó en la propia casa en la que teníamos las cosas… eso lo aprendí de Alberto Morlachetti en el 90. Se perdieron 20 dólares de una chica de Perú en un encuentro. Y Alberto decía después ¿de qué se extrañan? ¿qué creen? ¿Que son santos estos chicos? La actitud no era decir no importa. Sino entender que en un encuentro de chicos de la calle latinoamericanos era parte del contexto. Y me pareció genial. Alberto no dejó que la cosa pasara como natural. Es decir, que no pasara inadvertido pero a la vez, no hacer un escándalo de eso. La actitud pedagógica es cómo combinamos dos polos que son difíciles, esto que llaman el cariño, la cercanía, la amistad, sin ser cómplices…

-Es un hilo muy delgado…

-Y ahí están los riesgos. Leonardo Boff escribió sobre Francisco de Asís un libro llamado “Ternura y vigor” y justamente el gran interrogante es cómo articularlos. En cada momento habrá que intentar e inventar esa relación. Y como bien dices, hay una porosidad ahí, no hay fronteras tan marcadas ni tan rígidas.

-Desde el 90 hasta ahora pasaron 23 años en los que la explosión de la droga generó un nuevo contexto…

-Ay ay ay… nosotros, peruanos, exportadores de droga y hoy tenemos el recontramismísimo fenómeno. Yo hablaba sobre todo esto con compañeros, como Quique, que lanzó un programa que se llama Niños del Río. Ellos viven en el río. Se drogan en el río. Ejercen la promiscuidad en el río. Y viene Quique y me habla de Carlita. Me dice “Carlita se fue y está en prostitución”. ¿Cuántos años tiene?, le pregunto. Tan sólo 13. Pasaron como 15 días y él siguió viéndola… Vino nuevamente la semana pasada y me dice: “Hemos recuperado a la Carlita que ha decidido dejar eso y ha vuelto a la casa”. Un poco canallamente le digo “¿hasta cuándo?”. Es que se entremezclan muchas cosas en niñas como Carlita a partir de la droga, que además, está metida con otro muchacho de la misma cumbianga. Pero bueno… éste es un trabajo de desayuno, almuerzo y comida. “Hemos logrado que vuelva, hemos logrado que vuelva a la escuela…” me decía Quique pero ay… la fatiga que eso trae. Sin embargo, como él me decía y con toda la razón: “ésa es nuestra tarea y no podemos bajar los brazos”. Las experiencias tienen matices muy fuertes. Hay educadores que vienen de otra matriz y a quienes les cuesta mucho, no les resulta fácil comprender. La droga marca de un modo profundo. Con una capacidad de destrucción ética, física, psicológica que, además, te quita resistencia. ¿En qué barrio no hay venta u oferta de droga? Está en todos los barrios.

Edición: 2558


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