Cromañón. El nombre de la dignidad

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 Por Santiago Joaquín Morales (*)

    (APe).- Vamos a hablar de la dignidad y de la muerte. Mientras -como dijera el poeta cubano- te convido a creerme cuando digo futuro. Existe un discurso impuesto tanto por los medios de comunicación, como por el Estado y sus instituciones, así como por los sectores minoritarios que toman las grandes decisiones que afectan a las mayorías. Ese discurso criminaliza a la juventud, construye una imagen de los jóvenes en tanto un grupo social sospechoso. Hacer del joven alguien sospechoso es impedir que sea socialmente apto para la política, para la participación social, para la asunción de responsabilidades sociales y políticas… es hacer de la juventud un grupo social en el cual nada se puede confiar, en quienes no vale la pena creer…

Según estos discursos, ser joven hoy es no tener proyecto de vida, es no buscar otra cosa que “la joda”, “el reviente”…  es la droga, el alcohol, el delito, la irresponsabilidad, el desacato a la autoridad, el libertinaje, la vagancia. Para estos discursos, ser joven hoy es ser un sujeto peligroso, de quien “por las dudas” hay que desconfiar. Para estos mismos discursos, los asesinados y sobrevivientes de Cromañón eran unos “descontrolados e inconscientes” que, de alguna manera, se la buscaron.

Lo que estos discursos ocultan, lo que no dicen intencionalmente, de lo que no hablan, es de la precarización laboral de los jóvenes, de la falta de condiciones para trabajar en dignidad; de lo que no hablan es de la discriminación que sufren sea por clase social, por color de piel, por la ropa que usen, o por los modos de comunicarse que tengan; de lo que no hablan es de la represión policial ilegal a los jóvenes, ni de los asesinatos policiales -casos gatillo fácil- ni de los hostigamientos policiales para que los jóvenes delincan; de lo que no hablan es de los negociados millonarios entre el poder estatal, el poder de policía y el poder económico que pactan para difundir el consumismo, y favorecer el delito joven y el consumo excesivo de sustancias; no hablan de los negociados con el narcotráfico productor de muerte; etc. Son discursos que hablan de unas cosas y no de otras… ¿sospechoso? Para nosotros sí.


Entonces, nos preguntamos, ¿a los jóvenes se nos ha prohibido todo, salvo resignarnos? ¿Cómo seguimos permitiendo que ciertos sujetos se atribuyan el derecho de quitar derechos? Tal vez, como planteara  Eduardo Galeano -y me recordara hace poco una compañera entrañable-, “hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez”.

 Que la juventud sea peligrosa fundamenta que sea prescindible de las grandes decisiones económicas, políticas y sociales que nos han de afectar, así como otros sectores sociales son excluidos de igual manera (niños, ancianos, indígenas, inmensos sectores de mujeres y de trabajadores del campo y la ciudad). Tal cosa no es azarosa, para nada; es una definición política de los sectores dominantes de la sociedad. Es que la participación humana es a la vez -sin lugar a dudas- una construcción de poder y un cuestionamiento al poder establecido. De manera que quienes buscan hacer del joven alguien peligroso, alguien digno de temer y/o alguien irresponsable, están buscando excluirlos del mundo de la política y de la participación social. Quienes buscan eso pretenden imposibilitar la renovación humana, impedir soñar otros mundos posibles… quienes buscan hacer del joven alguien peligroso, pretenden imponer la reproducción del status quo establecido, con sus injusticias y desigualdades desgarradoras. Porque cada persona que viene al mundo, viene a renovar la condición humana. Y así, un país que criminaliza a su juventud es un país que aniquila su más tierno porvenir.

Denunciamos esto como una práctica criminal que el Estado permite, garantiza y vehiculiza, y que condena a nuestros jóvenes a la exclusión política y social, a la estigmatización generalizada, y a la muerte. Cromañón fue y es una clara expresión de esto.

Pese a todos estos obstáculos, nuestros jóvenes aman y ríen, trabajan y estudian, hacen política y crean, y creen en utopías, en mundos distintos a éste, que -evidentemente- no está a la altura de sus sueños. Y dicen, de hecho, si no crees en mis ojos, cree en la angustia de un grito.

Los jóvenes de Cromañón han entregado su vida de manera heroica buscando salvar la de otros, sin esperar nada a cambio. Algunos sobrevivieron, otros no. ¿Qué otro nombre tiene la dignidad?

 

(*) Sobreviviente de Cromañón. Hermano de otro sobreviviente. Hermano de Sofía, fallecida.

 Edición: 2603


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