Hombre de fe. Hombre de deseo

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Por Alfredo Grande

(APe).- Lo he contado varias veces. Hace muchos años fui invitado por Gerardo Duré para dar una charla en el Seminario de Formación Teológica. Ese año se reunió en la diócesis de Moreno. Estuve realmente preocupado porque no entendía las razones de tal invitación. En mi vida he sido muchas cosas, pero nunca he transitado los colectivos religiosos. Más allá de las lecturas sobre la teología de la liberación, con la guía de mi amigo Rafael Villegas y los encuentros con el talentoso Ruben Dri. No sé si fue un antes y un después. Para mí al menos, fue un durante. Porque durante el desarrollo de las actividades, incluida mi exposición que duró 40 minutos, empecé a darme cuenta que una cosa es la unidad y otra la unión.

La unidad remite al oportunismo. Es reactiva. La unidad tiene como motor el espanto. Las identidades, las similitudes, siempre cambiantes, son desde la superficie. Como los amores de estudiantes, en la unidad se verifica que hoy un juramento, mañana una traición. La unidad no es hacer el bien, pero con el agravante de que no se mira a quién. Las fotos de la unidad siempre tienen a los protagonistas con sonrisas forzadas, tensas, de ocasión. Guasones y guasonas a quienes sólo los une el espanto a Batman. Esas unidades tienen patas cortas y mentiras largas.

Recuerdo cuando en el año 1972 más menos unos meses, regresó Perón a la Argentina. El dictador Alejandro Agustín Lanusse lo había provocado diciendo que no le daba el cuero. Pero le dio y el “luche y vuelve” tuvo su premio. No recuerdo si en ese primer viaje, o posteriormente, se organiza el FRECILINA: Frente cívico de Liberación nacional. Siempre pensé que la sigla recordaba a un antibiótico, penicilina sin ir más cerca. Pues mal: cuando las elecciones fueron decididas, el antibiótico pasó a llamarse FREJULI: Frente Justicialista de Liberación. O sea: la hegemonía pejotista empezó a ganar la pulseada al civismo naif. En el FREJULI había unidad, pero no había unión. Y esto quedó evidencia en la masacre de Ezeiza. Punto en el cual la pulseada empezó a ser ganada por la derecha peronista.

Aunque no sé bien adónde voy, al menos pretendo no olvidarme de dónde vengo. Vengo de muchos experimentos de unidades fallidas. De casamientos de interés. De negocios compartidos. De acuerdos mafiosos. De celos mal reprimidos, como cantaba el Julián de “La verbena de la Paloma”. La unidad siempre tiene el aroma de la improvisación, del apuro, de la berretada de último momento. En la unidad no hay laureles que supimos conseguir, sino apenas un poco de perejil. Y perejiles. Por lo tanto creo, más tarde o más temprano, la unidad se corta por lo más delgado o por lo más gordo, pero se corta. Cambiemos es un ejemplo. Un radicalismo radicalmente reaccionario decidió la unidad con el PRO. Pero como sigue habiendo un radicalismo radicalmente reformista y progresista, nunca hubo unión. Ni la habrá. De todos modos, el daño ya está hecho.

El país no sufre un proceso de achicamiento, sino de atrofia. Cuando algo se achica, eventualmente puede volver a agrandarse. Se agrandó Chacarita, se decía en los viejos y sabios tiempos. Pero cuando algo se atrofia, ya no sirve para nada. La atrofia es la etapa previa a la amputación. Quizá sea una amputación funcional. Es bueno tomar nota de la diferencia. El sector combativo, de izquierda revolucionaria, que el peronismo albergó en los 60/70 fue atrofiado y amputado. Y esas luminosas golondrinas tampoco volverán. Entre los Montoneros, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) incluso el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) hubo unión. Porque compartían, no de la misma manera, pero compartían, un mismo fundante. La Patria Socialista. Noción que nunca dejó de tener cierta peligrosa ambigüedad. Pero que en la acción concreta mostró su potencia para acorralar a la dictadura del tándem Onganía Levingston Lanusse. Y la política es la puesta en acto de la implicación.

El análisis colectivo de la implicación permite pasar de la superficial unidad a la unión. Y en la unión lo que une es el amor y no el espanto. Amor a un fundante común y en común. Nunca el mismo, pero siempre muy parecido. Socialismo, políticas emancipatorias, utopías libertarias. La unión de los trabajadores, y al que no le gusta, nos jode, nos jode. Esa unión es boicoteada, porque es la unión de clase. No por afiliaciones oportunistas. Sino por compartir la misma implicación: la de trabajador y trabajadora. No en forma aislada, individual, sino perteneciendo a la clase trabajadora. La única que genera riqueza verdadera y por lo tanto es expoliada, expropiada y explotada. El saqueo permanente.

Uno de los responsables políticos del asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, don Felipe, vuelve a bebotear y vedetear para ubicarse entre los top ten de los presidenciables. Tuvo su confesión de parte, diciendo que la policía sólo actúa por directivas del poder político. ¡Detengan ya mismo al autor intelectual de esos asesinatos! No sucederá. El también busca la unidad. De tan renovador que es, cambia su piel constantemente.

“Convocamos a todas las organizaciones a concentrar hoy jueves 15 de noviembre a las 8hs en el nuevo centro penal de sarmiento y rueda para exigir la inmediata liberación de los 2 compañeros militantes sociales del espacio comunitario asamblea de vecinos del barrio la sexta y de la coordinadora Antirrepresiva rosario. Que fueron detenidos en el marco de una movilización que se realizó ayer en la municipalidad para el pedido de una reunión con Mónica Fein a los vecinos nucleados en la Sexta Resiste. Denunciamos que los compañeros militantes fueron detenidos y golpeados, uno de ellos detenidos por policía de civil” . Uno de los tantos comunicados de los que todavía siguen combatiendo. Llamados de socorro porque están sufriendo una masacre en cómodas cuotas democráticas. Mientras la policía de civil, que debe ser lo más bajo en la escala de la cobardía y crueldad institucional, secuestra militantes, hay dictamen favorable para modificar la ley de semillas al gusto de Monsanto y otras pestes y por supuesto se aprueba el presupuesto que legaliza la ilegitimidad del saqueo. Por eso es momento de unión. No nos resignemos a la unidad digitada por hegemonías seculares y/o religiosas. La fe mueve montañas. El deseo colectivo moverá la montaña de la cultura represora. Esa es el “unión verdadera, en cualquier tiempo que sea”, la mesma que nos enseñara el gaucho Martín Fierro. Por eso considero que soy un hombre de fe. Un hombre de deseo.

 

Pintura: Munda y desnuda. La libertad contra la opresión, de Roberto Matta

 

 

Edición: 3753


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