Sabina, Sol y el sacrificio de las pibas

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Por Silvana Melo

(APe).- Sabina tenía 11 la tarde cuando salió a comprar pan. Era domingo en La Rioja, calorcito del Noroeste, mate en el patio. No volvió jamás en su enteritud. La encontraron vacía de la vida, en una noche intensa y baldía del barrio Virgen Desatanudos. Los que la desolaron a golpes para ultrajarla habrán querido demostrarse, el uno al otro, la medida del poder.

Era una tarde serena cuando Sabina salió a comprar el pan. Cuando no aparecía su cuerpo moreno, riéndose por los ojos, las piernas y el cabello, sonando como palo de lluvia, feliz a pesar de todo como se puede ser a los 11, la policía no creyó. Porque nunca cree. Porque las nenas se van porque quieren y sólo aparece el estado con gorra y fuego cuando es tarde.

Cuando la vecindad y la familia las encuentra demolidas por los lobos, mordidas y vejadas. Como a Sabina. Que tenía 11 y fue a comprar pan en un domingo riojano cálido. Qué puede pasar, quién, cómo, seguro que vuelve en un rato y el estado, que también la asesinó con la indolencia. Bala eficiente que carga con miles de muertes en un sistema que abandona, que no busca, que descarta, que desprecia, que confina y que condena.

Sol no ha sido más que una prenda de disputa. Un objeto que se toma y se tira. Basura negociable. A los 6 años su sangre fue el castigo más eficaz que su padre encontró. Su cuerpo devastado como venganza por la humillación a la masculinidad. Que no reconoce lazos ni amor ni paternidad. Es frío el mar en Puerto Madryn. Es helada la muerte de una nena rehén.

Estaban solos cuando la furia puso los ojos sobre la nena. El se llama Antonio Avila y no soportó que la madre de Sol tuviera otra pareja. La venganza puso los ojos sobre la nena. Y él supo que no habría dolor peor para esa madre que sacrificarle a su hija. No sintió o no quiso sentir su dolor. El de Sol. El suyo propio. El ejercicio de la soberanía y de la magnitud del daño es la puesta en escena del poder.

El cuerpito de Sol, atravesado por la hoja y el filo, quedó en su casa como testimonio de lo que te puedo hacer.

Y de lo que es capaz la fábrica sistémica de seres humanos crueles. Próspera y floreciente.

Edición: 3855


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