La democracia de Montecristo

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Dedicado a Graciela Rosenblum, militante por los derechos humanos

Por Alfredo Grande
(APe).- Una de las brújulas que tenemos en nuestra lucha contra todas las formas de la cultura represora es utilizar todas las palabras y todas las conductas que la cultura represora abomina. Todo aquello considerado como dis-valor por los mercaderes de todos los templos, incluyendo el templo democrático, es un tesoro de oportunidades, estrategias, tácticas y logísticas libertarias. El poderoso arsenal que he denominado Las Armas del Pueblo. Prohibidos todos los placeres y consagrados todos los mandatos, el placer de la venganza es el más repudiado por las almas bellas que en la actualidad sostienen que “de casa al no trabajo, del no trabajo a casa”.

El acampe, las instalaciones en los shoppings, toda forma de arenga colectiva, es considerada como excesos y desmesuras ajenas a la dignidad de la república. Nadie quiere a la gente en la calle. Curiosa definición cuando miles de personas viven en la calle desde hace tres generaciones. Quizá porque una cosa es vivir, sobrevivir en la penuria de la calle, que ocupar la calle para la protesta y para el combate. Morir en la calle está consagrado. Luchar en la calle es otra cosa. Y como siempre, la derecha tiene razón. Aunque no olvidemos que es una razón represora.

La vocera de la cultura represora, la Verduga de la Inseguridad, la dice a los pocos que aun quieren escucharla. Primero les quitan el trabajo, y luego los reprimen con la patética excusa de que tienen que buscarlo. O sea: no enfrenten el orden injusto, apenas intenten políticas de reducción de daños. Hoy sabemos que el tiempo ya no cura las heridas. Las agrava. Así el tiempo hasta el 10 de diciembre, fecha del desembarco de los menos malos que los malos, agravará las heridas existentes y causará nuevas heridas, algunas mortales.

La miserable coartada que se hace llamar “justicia”, es apenas un chaleco de fuerza para que la furia y la bronca no derive en justicia por mano propia y mucho menos, en venganza. Me permito copiar y pegar, sabiendo que hay cosas peores.

“Dicen que la venganza es placer de dioses. -[Raúl Sender] Es un plato que se sirve frío. Yo prefiero los platos calientes. -[Jesús Amilibia] No me diga que nunca ha gozado de ese placer. -[Raúl Sender] No, no soy tan inteligente. La venganza hay que maquinarla, urdirla, planificarla. Para vengarse bien hay que ser muy inteligente. Y, además, es muy trabajoso y complejo. Es más fácil y cómodo olvidar.” La Razón,26-5-2004.

La comodidad, hoy llamada área de confort, es un mandato donde abreva la razón del poderoso. En todo caso, delego mi venganza en un mecanismo burocratizado y ambiguo denominado litigio. Del cual todos sabemos que es mejor un mal arreglo que un buen juicio. Y de malos arreglos venimos dando tumbos, y para que no queden dudas, de peores juicios. A esto algunos llaman impunidad. Que es el extremo opuesto de toda venganza. Es cierto lo que afirma Raúl Sender. Es trabajoso y complejo. Olvidar es más cómodo, y por eso el mandato del perdón tiene la mejor prensa entre los explotadores del reino. En su expresión más miserable, el indulto del cual gozaron los máximos jerarcas de la masacre conocida como Proceso de Reorganización Nacional. El 11 de septiembre, toda la prensa canalla recordó el ataque a las torres gemelas. Sin embargo, el ataque más devastador contra el justo anhelo de otro mundo posible y necesario, fue la masacre contra la vía pacífica al socialismo que el presidente y combatiente Salvador Allende intentó liderar. Un Salvador humano que todavía no ha podido resucitar en la luchas de su pueblo. De esa trama cobarde, da cuenta un premio Nobel de literatura.

“El golpe contra Salvador Allende, contado por García Márquez. Por Prodavinci | 9 de Septiembre, 2013

“Chile, el golpe y los gringos. (Crónica de una tragedia organizada) A fines de 1969, tres generales del Pentágono cenaron con cuatro militares chilenos en una casa de los suburbios de Washington. El anfitrión era el entonces coronel Gerardo López Angulo, agregado aéreo de la misión militar de Chile en los Estados Unidos, y los invitados chilenos eran sus colegas de las otras armas. La cena era en honor del Director de la escuela de Aviación de Chile, general Toro Mazote, quien había llegado el día anterior para una visita de estudio. Los siete militares comieron ensalada de frutas y asado de ternera con guisantes, bebieron los vinos de corazón tibio de la remota patria del sur donde había pájaros luminosos en las playas mientras Washington naufragaba en la nieve, y hablaron en inglés de lo único que parecía interesar a los chilenos en aquellos tiempos: las elecciones presidenciales del próximo septiembre.

“A los postres, uno de los generales del Pentágono preguntó qué haría el ejército de Chile si el candidato de la izquierda Salvador Allende ganaba las elecciones. El general Toro Mazote contestó: “Nos tomaremos el palacio de la Moneda en media hora, aunque tengamos que incendiarlo”

Y eso fue lo que hicieron, para rematar la faena nombrando senador vitalicio al Jefe de otra operación masacre. La mal llamada Guerra Civil Española, que entronizó al Generalísimo Franco por más de 40 años, generó crímenes que seguirán impunes. Ahora la persecución cruel contra el pueblo vasco y catalán, continúa esa guerra por otros medios. Ante tanta ferocidad, crueldad, cobardía, aplicación de torturas y tratos degradantes en forma cotidiana, incluso, y hasta diría, especialmente a niñas y niños, la única preocupación del sistema predador es sostener a rajatabla la justicia de las leyes. Cuya no tan oculta tarea es impedir lo justo.

Alguna vez se impuso: “si no hay justicia, hay escrache”. Lo actualizaría con la consigna: “Lo justo o la venganza”. Solamente repudian la venganza los que han abominado de lo justo. Y sabemos que niñas y niños tienen una percepción muy temprana de lo que es justo y lo que es injusto. La cultura represora se encargará de anestesiarla. Por eso no quiere a la gente en la calle, como nos advierte Silvana Melo.

Como nadie es profeta en su maceta, he buscado y encontrado un trabajo escrito hace por lo menos 14 años. Año más, año menos. Y comprobar que mantengo cierta coherencia, cierta consistencia, me permite sentirme creíble, al menos para mí mismo.

“Sin embargo, en la locura que el dolor genera, un placer, una esperanza, un amor todavía germina: la venganza. Esa venganza es lo opuesto a la elaboración. A la mediación. A la conciliación. La venganza, como el odio, discrimina al enemigo. Conoce exactamente la causa del daño. Sabe como fue realizado, planeado, ejecutado. En la venganza, el sujeto dolorido puede discriminar la culpabilidad del victimario de la culpa de la víctima. La venganza le brinda un nuevo sentido al dolor que nunca cesará. La cultura represora abomina de la venganza, no por el deseo de justicia, sino por el anhelo de impunidad. Abomina de la venganza porque pretende que todos los dolores sean olvidados, perdonados, justificados, tolerados. Naturalizados. El sujeto que tolera lo intolerable, que tolera que su dolor le siga doliendo, que no necesita recurrir a las analgesias o anestesias farmacológicas o culturales, es totalmente impermeable a los cantos de sirena que idealizan a la caricatura de la justicia que dice llamarse derecho. La venganza no es elaboración, sino actualización del trauma. No es violencia que llama a la violencia, sino violencia que responde a la crueldad de la cultura represora. Sólo por eso, será considerado “terrorista”.

A lo mejor, citar es una forma de la vejez. “Dime cuanto citas, y te diré cuántos años tienes” Pero en la espiral dialéctica que Enrique Pichon Riviere, es necesario volver a transitar lo que alguna vez construimos, para poder alimentar todos los fuegos sagrados. Edmundo Dantés, conde de Montecristo, no quiso la comodidad de su fortuna. Prefirió planificar su venganza. Justicia por mano propia y venganza, es la victoria sin final de lo justo sobre todas las formas de la impunidad: jurídica, política y cultural. Que así sea.

Edición: 3945

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