El crimen impune del hambre

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A veces las caras se convierten en símbolos: no en símbolos de la poderosa individualidad de sus portadores, sino de las fuerzas anónimas que hay detrás de ellas.
Slajov Zizek

Por Laura Taffetani

(APe).- El empresario y conductor de TV Marcelo Tinelli, en un reportaje a Radio Mitre al salir de la primer reunión del Consejo Federal contra el hambre, expresó: “hoy dijeron una frase que me quedó, y es que el hambre es un crimen, y eso es así, sin vueltas”

Una consigna con historia

Durante casi treinta años existió en la Argentina el Movimiento Nacional Chicos del Pueblo impulsado por organizaciones que trabajaban con niños y niñas.

Estas organizaciones surgieron resistiendo a la debacle que se inicia en el país con la dictadura militar de 1976 permitiendo la instauración del actual modelo económico y social, cuyo fenómeno visible fue el cierre implacable y paulatino de cada fábrica en pie, sepultando junto con ellas, los sueños de dignidad de nuestra clase trabajadora.

Por esa razón, la primera consigna inevitable del Movimiento al nacer fue “detrás de cada niño en la calle hay un padre desocupado”.
Lentamente, durante esos años, el Movimiento fue creciendo y teniendo cada vez más incidencia. Comenzó dando visibilidad a las situaciones que los chicos y chicas iban sufriendo, en el contexto de esa dura exclusión a la que eran arrojadas sus familias, para luego interpelar acerca de la verdadera raíz del problema que fue, y sigue siendo, un sistema que omite generar lo humano.

De sueltas de globos en Plaza de Mayo a marchas nacionales que recorrieron el país, el Movimiento convocaba a construir ese nuevo horizonte tan necesario de un verdadero cambio en las estructuras económicas profundas de nuestro país y que sólo podría ser posible generarlo a partir de nuestras propias manos organizándose, partiendo de otra concepción, absolutamente diferente, de la vida humana.

Si bien muchos compañeros y compañeras que transitaron por el Movimiento Chicos del Pueblo fueron piezas claves en cada etapa, es imposible dejar de mencionar a su máximo hacedor y dirigente, Alberto Morlachetti quien, a través de Pelota de Trapo, no sólo fue fundador sino que asumió su conducción hasta su último aliento en el 2015.

Durante esa etapa, ya se habían sucedido cuatro o cinco generaciones de familias que fueron atravesando la historia de nuestro país de supuesta “democracia” en la que les fueron cerrando las reales posibilidades de una vida digna y lo que es peor aún, la certeza de que ya no habría un futuro mejor para sus hijos. Demasiado tiempo transcurrido. Con los daños irreparables que se fueron consolidando de generación en generación y la destrucción de los lazos necesarios que abrazaran la esperanza de un posible cambio en el futuro en el que valiera la pena la vida.

Desde la certeza del trabajo cotidiano de esas organizaciones y la riqueza del enorme capital experiencial de años compartidos con los niños, niñas y familias cuya situaciones se denunciaban, se hizo imperiosa la construcción de una herramienta que pudiera unir las voluntades necesarias para despertar el coraje de luchar por las verdaderas causas que provocaban el aumento incesante de la pobreza. Ello significaba principalmente colocar la infancia en su verdadera dimensión política: no puede considerársela en forma aislada del proyecto país que la contiene.

La Campaña el Hambre es un Crimen

Por eso cuando en el año 2005 comienza a cobrar forma la consigna en la Marcha de Tucumán a Buenos Aires para convertirse luego en la campaña El Hambre es un Crimen- Ni un Pibe Menos en el año 2006, la idea fue denunciar la consecuencia inevitable y más visible del sistema capitalista que es el de ser generador de máximas ganancias a costa de la vida humana. El documento de la convocatoria de la Campaña planteaba claramente: “Es imperativo terminar con un sistema económico -que en la mayoría de los casos- no da hijos sino hambre, que no da futuro sino Paco, que talla caricias olvidadas en cuerpos olvidados.”

Decíamos que el hambre es un crimen, porque hablar de un crimen supone señalar autores, condiciones para que ello sea posible y cómplices que contribuyen a sostenerla. Se trataba fundamentalmente de no analizar la situación como un fenómeno aislado, casi como un designio natural o divino, para otorgarle la verdadera dimensión política del problema.

El hambre no de pan, sino de abrazos y dignidad. El hambre que nace de la falta de perspectiva futura que es el único motor que permite otorgarle sentido a la vida y el deseo de disfrutarla a pleno.

En otras palabras el hambre como la punta del iceberg que verdaderamente la contiene que no es otro que la injusta distribución de la riqueza.

Por eso la campaña expresaba la necesidad de un verdadero cambio de un modelo económico y social que poco tenía que ver con el pedido infructuoso de una simple ayuda social, porque cuando se denuncia el hambre se coloca en el centro de la escena la contradicción más clara del sistema de acumulación capitalista: un país hecho de pan, donde nuestros niños mueren de hambre, en la plena conciencia que superar esa contradicción sería imposible sin un cambio estructural.

La campaña fue creciendo en forma inesperada, los afiches del Hambre es un Crimen vestían las paredes de los lugares más impensados de cada rincón de la Argentina.

También fue inesperada la reacción inmediata del sistema cuando en marzo de 2008 y durante un año y medio, atacó sistemáticamente a las organizaciones Pelota de Trapo, Red Encuentro y Hogar Juan XXIII, integrantes del Movimiento, con el secuestro de sus educadores, amenazas y distintos ataques bajo el mensaje de que abandonaran la campaña el Hambre es un Crimen. Pero la campaña aún así continuó.

Años después

Muchos años pasaron de aquel entonces, con distintos usos de la consigna. Como suele suceder en estos tiempos, al poder le da más resultado vaciar de contenido las consignas que batallar contra ellas.

Lo cierto es que, con momentos de políticas económicas más aliviadas y otras de mayor endurecimiento como las que sin dudas estamos pasando, la desigualdad en nuestro país nunca ha dejado de crecer. En todas estas décadas las estructuras económicas han quedado inamovibles, las mayores ganancias -según el sector que se vea favorecido en cada gobierno- siempre siguieron en las mismas manos, que no han sido justamente las de la gran parte de la población que ha quedado a la intemperie.

Por eso, más allá de la constitución de un “Consejo Federal contra el hambre”, en una indudable versión marketinera y efectista a modo de concertación social, que incluye algunos supuestos “referentes” que distan mucho de un verdadero compromiso social, la propuesta vuelve a reforzar la idea contraria a la sostenida por la consigna que ahora invocan: el problema del hambre se solucionará a partir de la benevolencia empresarial, la beneficencia privada y la buena voluntad de las buenas personas a través de una tarjeta de alimentos.

En realidad, no son las presencias en dicho Consejo las que determinan su verdadera naturaleza sino las ausencias lo que nos permite visualizar que lamentablemente la iniciativa representará más de lo mismo.

En este Consejo no se encuentra sentado ningún miembro del equipo económico que guiará los próximos destinos del país o del que le tocará negociar las terribles condiciones del pago de una deuda externa imposible de pagar sin el alto costo que recaerá en forma implacable sobre la misma población a la que dice proteger.

Epílogo

Toda crisis es, en sí misma, la invitación a un nuevo comienzo; toda medida que se implemente por fuera del proyecto país será una oportunidad perdida para reconsiderar los mismísimos cimientos.

Utópica como puede parecer, todos sabemos en el fondo que sólo una solución a gran escala es la única realista.

Sólo requiere del coraje para afrontarla y así, la esperanza dejará de ser un refugio ilusorio para seguir consolidando lo que está y hacer despertar un futuro que inevitablamente vendrá.

Y así lo había previsto nuestro querido Alberto en el final del documento que convocaba a sumarse a la Campaña El Hambre es un Crimen-Ni un pibe menos:

¿Cuánto tendrán que andar nuestros hijos pobres, para no morirse de hambre, como goteras vivas que desangra las estrellas? Entre dolores y silencios hay una calle por donde marchan los niños hacia una primavera que se domicilia en los extremos del viento borrando de los calendarios la contribución de sangre a la acumulación capitalista.

Pero nuestros PIBES vencerán porque son el golpe temible de un corazón no resuelto: Con ternura y airosos como alas.

Edición: 3985

 

 


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