Nueve niños en la madrugada de fuego

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Por Silvana Melo
   (APe).- Seis niños menos tiene el futuro, jaqueado por el fuego y la indolencia. Seis niños menos desde la madrugada helada de este invierno, impiadoso y feroz. Seis niños menos devorados por las llamas y otros tres impactados de intemperie fuera de una casita que ya es ceniza. Todos en una misma madrugada de fin de junio, cuando la noche se extiende y roba retazos de la mañana. Cuando la esperanza se esconde temprano y deja en la calle la fragilidad del mundo. Tres niños de entre 3 y 8 años en un edificio en Recoleta. Tres de 4, 7 y 9 años en el barrio San Felipe de Campana. Otros tres, de 5, 12 y 13, salvados apenas del fuego de su casa en Gerli. Casi una decena de niños en un país que los empobrece, que los malnutre, donde una vela es un incendio, un brasero es monóxido de carbono, una pérdida de gas en un edificio sin control es una explosión de fuego, una instalación eléctrica deficiente y presionada por el frío es un corto circuito, donde un invierno fuerte corta la luz y baja la intensidad del gas.

Seis niños menos tiene el futuro, que necesitará sustancia fuerte y sangre en pie para cambiar las cosas. Para dar vuelta este mundo donde los pibes son la infantería sistémica que preserva con sus cuerpos el privilegio de los pocos.

Nueve niños cercados por el fuego y seis que ya no forman parte de la nueva subjetividad política que ellos traen en su adn como semilla transformadora. Y que los tentáculos del sistema se ocupan de acorralar, desde los mandatos familiares e institucionales hasta las llamas de las madrugadas de invierno.

Siete de cada diez niños son pobres en esta tierra del fin del mundo. Donde hace frío en invierno y calor en el verano, como en todo el universo conocido. Pero en esta tierra del fin del mundo los niños se mueren de sed y de hambre en el verano, o de fuego por las velas con las que hay que alumbrarse cuando se corta la luz. Se mueren de frío, de poca comida o de fuego en el invierno, por las velas con las que hay que alumbrarse cuando se corta la luz, por los cables que arden o el gas que pierde.
El día en que los pibes bajen de las nubes con la bala de plata para el entrecejo de los lobos, los niños nuevos estarán cavando la trinchera para que no pasen los monstruos, esos que viven al lado o se peinan el bigote en los escritorios o se calzan el uniforme para perseguir. Entonces ya no habrá fuego enemigo, fuego que devore y que calcine. Sino el fueguito donde hacer el guiso y poner las manos.

Para vestir la vida de otra cosa. Y hacerla vida para todos.

Edición: 4134


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