Un olvido fatal

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Por Alberto Morlachetti

(APE).- Los acontecimientos del presente se producen con una velocidad y dirección incontrolables y es imposible -aunque querramos- balbucear el porvenir. El siglo XXI entró destrozando los países del alma, las puertas de nuestras casas y pocos se atreven a parpadear o abrir la boca. Las pasiones humanas -o lo que queda de ellas- son puestas en algunas rejas o alarmas que las protejan de “los pobres de espíritu”. La condición humana ha cambiado su alma por la posibilidad de consumir hasta el último de sus días.

 

Las viejas exclusiones que ponían su mirada sobre herejes y locos, apuntan hoy a los jóvenes desarrapados. La captura de los sujetos garantiza el amor de los jefes: viejos degustadores de raza o de marginados.

Un subcomisario, un oficial inspector y un suboficial de la Policía bonaerense fueron detenidos acusados de darles una paliza a varios internos indefensos y de matar a golpes -el lunes 11 de enero- a Diego Gallardo, un joven de 20 años que estaba preso en la Comisaría 3° de Avellaneda, en la Av. De Benedetti al 1700, en la localidad de Dock Sud. Sí, alma venteando al sur, desvestida de cualquier amparo. La autopsia determinó golpes -a mansalva- en varios órganos y una fractura de cráneo que le produjo la muerte.

La Masacre de Quilmes, la de Santa Fe o la de Avellaneda se inscriben en matanzas rutinarias, huérfanas de humanidad. Las víctimas son jóvenes que buscan rabiosamente un poco de amor -aunque fuera de segunda mano- que hace tiempo fueron designados por la propaganda del Sistema como hacedores de nuestros infortunios. Es su pertenencia a un grupo -necesariamente pobres- lo que los conduce a la muerte.

Yves Ternon escribe que el asesino -como buen cazador- prepara a la víctima. La promulgación de leyes -tolerancia cero- que tienen en la mira a niños y jóvenes que habitan la periferia: el enemigo interno. La defensa social consagra una ruptura del derecho con la ética.

Ya Sarmiento escribía a fines del siglo XIX: “Una Constitución pública no es una regla de conducta para todos los hombres. La Constitución de las masas populares son las leyes ordinarias, los jueces que las aplican y la policía de seguridad. No queremos exigir a la democracia más igualdad que la que consienten la diferencia de raza y posiciones sociales. Nuestra simpatía para la raza de ojos azules”.

Demasiados años de intolerancia alimentan hoy ese fascismo brutal que nos convoca a mirarnos de reojo y matar de espaldas a nuestros chicos. El capitalismo ha inventado un hombre sin compasión que no encuentra lugar en el semejante. Nadie ama duplicadamente. Un olvido fatal.

Fuente de datos: Diario Clarín 13-01-05


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