Otros días, otros dioses

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Por Miguel A. Semán 


(APe).- El martes, cuando empiece el año nuevo, los mapuches rezarán para que pare la lluvia de cenizas. Tal vez ellos, que conocen los secretos del cielo y de la tierra, encuentren la palabra que los dioses esperan oír desde su exilio.

Mientras desde Buenos Aires no se habla más que de reservas, hotelería, cancelaciones, dólares y euros, pocos se acuerdan de que el sur viene de largos meses de sequía y de que las cenizas cayeron sobre una tierra exhausta.

Tampoco recuerdan que entre Cutral-Co y Zapala veinte comunidades mapuches viven casi exclusivamente de la agricultura y la ganadería y que además de quebrárseles los techos sobre las cabezas se les murieron más de la mitad de los animales y nadie sabe cómo van a hacer para que crezcan las semillas.

Ahora, que como siempre es tarde y urge rearmar la vida, los gobiernos, provinciales y nacional, dicen que los mapuches viven en lugares inaccesibles y la ayuda llegará cuando los caminos se vuelvan transitables.

Millones de toneladas de ceniza cayeron sobre los animales, sobre las casas, los caminos y los árboles. Pero el hambre vino a posarse sobre el hambre. La ceniza llovió sobre el polvo de la seca y el dolor otra vez cayó sobre el dolor.

Edición: 2037


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