La semilla de lo humano

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Por Carlos Del Frade

(APe).- Mientras los grandes medios de comunicación hablan de la liberación del ex jefe de la Policía de la Provincia de Santa Fe, Hugo Tognoli y la reedición de una disputa entre el kirchnerismo y el socialismo durante aquellos afiebrados meses de fines de 2012, en los barrios rosarinos, la militancia que todavía existe y goza de buena salud, da cuenta de la fuerza que tiene el narcotráfico para arrasar con la vida de las pibas y los pibes.

En estos tiempos de mezquindades y compra y venta de voluntades, hay que decir que la militancia social y política que no pide dinero a cambio de su fenomenal voluntad de transformación, está presente, crece e insiste.

Es un dato revelador de una esperanza que nadie quiere ver. O que nadie de los grandes espacios parece interesado en difundir.

Pero así como la ola del feminismo y la ecología sumó a miles de pibas y pibes menores de veinte años a las causas sociales y la larga pelea por la igualdad, la participación de sectores medios y populares en la vida cotidiana de los barrios estragados por el saqueo, es un hecho concreto, sólido y cargado de presente y futuro mejores.

Desde 2007 en adelante, las barriadas de las ex ciudades obreras empezaron a ser manejadas por pandillas vinculadas al narcotráfico, siempre con el aval de las fuerzas de seguridad.

Hasta la toma de casas y viviendas humildes empezó ser una práctica habitual en esas geografías que luego se extendió a comunidades más pequeñas de las principales cinco provincias argentinas como Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Tucumán y Mendoza.

Fueron y son los militantes de movimientos sociales y organizaciones políticas, de diversos orígenes y procedencias, los primero en alertar de la trama narcopolicial, por un lado y, por otro, de las usurpaciones.

En el medio, como siempre, la disputa por la pibada, por las chicas y los chicos del barrio.

Una pelea desigual.

Pero allí está esa militancia.

Cuenta una joven profesional metida en la vida cotidiana del noroeste rosarino que la necesidad de empatarle al fin de mes es cada vez más difícil de saciar.

Que allí están los empleados de la construcción, los cartoneros, vendedores ambulantes y los que atienden kioskos y almacenes.

-En estos vaivenes de la economía popular, a veces los pibes y las pibas son consumidores, vendedores, vigiladores o mercancía. La diferencia con otros almacenes radica en que estos emprendimientos, tarde o temprano, siempre se dedican a la producción en serie de cadáveres que sirven al poder de los mercados más grandes y a estados paralelos. Cuando el estado legitimo decidió mirar a otro lado y dejé que guardaran bajo la alfombra barrosa de la villa los polvos que deja el capitalismo, es ahí donde estos pequeños kioscos crecieron y los barrios cambiaron – sostiene Any, sensible, lúcida y comprometida.

Fue allí, en ese punto del mapa rosarino, que después de pelear y organizarse durante más de dieciocho años, lograron la expropiación de doce hectáreas para construir sus propios sueños, sus propias viviendas.

Detectaron, entre tanto mate compartido y caminar entre los senderos y caminitos del barrio, a los “intrusos”, a los que usan “a los pibes y las pibas como consumidores, vendedores, vigiladores y mercancía. Todos los días de la semana trabajamos con jóvenes separándolos totalmente de estos valores que el neoliberalismo nos enseña a priorizar. Ser un buen trabajador, buen vendedor, excelente mercancía o vigilante curioso. Trabajamos por políticas para la vida. Con valores muchas veces olvidados. Construimos espacios nuevos, abrimos talleres, comedores, capacitamos a pibes y pibas y somos capacitados por ellxs. Por eso festejamos la decisión tomada por la provincia y la Municipalidad, luego de llevar muchos meses insistiendo, de destruir un centro de venta de droga en el medio de Empalme”, escribe la militante.

Por eso, desde abajo, allí donde las pibas y los pibes terminan siendo consumidores consumidos, soldaditos inmolados en el altar del dios dinero, único objetivo y única razón de ser del narcotráfico, la trata de personas y el contrabando de armas; la militancia sigue existiendo, denunciando y enfrentando, como pueden, a estos negocios parastatales.

Porque más allá de las decisiones judiciales y peleas políticas superestructurales, en ese compromiso por la transformación anida, una vez más, la semilla de lo humano.

Fuente: Testimonio y entrevistas del autor de esta nota.

Edición: 3631


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