Asignación Universal del Hambre

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Por Ignacio Pizzo (*)

(APe).- La Asignación Universal por Hijo -decreto presidencial Nº 1602/2009, puesta en vigencia desde noviembre de 2009, convertida en ley en Julio del 2015- necesaria, incuestionable y producto de largas luchas de movimientos sociales, fue el caballito de batalla de un gobierno que se la apropió derribando banderas. Lanzada después de un resultado adverso electoral y extendida luego por el gobierno de Cambiemos que, en un plagio publicitario, habla de “Pobreza cero”. Una vez más, en primera plana, la gigantografía que cubre el detrás de escena. La imagen primero, la realidad nunca.

La AUH se ha convertido en una dádiva estatal a cambio de regularidad escolar, control de salud y calendario de vacunas completo. No pone en el centro de la escena al niño o niña y no cumple criterios de universalidad. A su vez se re-significa como otra modalidad clientelar a cambio de votos.

Llamarla Asignación Universal por Hijo no es un detalle, ya que ser “Hijo” implica en primera instancia tener una madre, un padre o ambos. “Hijo”, un sujeto al que se trata de meter a empujones en el adentro estatal. Sin cuestionar siquiera por qué se llegó al hecho de que padre, madre o quien sea, fuese desprovisto de su trabajo. Una vez más, la realidad por su imagen. En una planilla o libreta figura que va al colegio y que realiza el control de salud a cambio de un cobro que no equipara las condiciones de un trabajador formal. El mismo aparato estatal que da origen a la miseria, la exclusión, el hambre, el paco y fabrica balas contra su pueblo, a su vez diseña una política para contener a aquellos caídos del mapa. Parece interesarse por los desposeídos poniendo un vallado económico de ayudas sociales, sin abarcar los problemas de fondo. El empleo digno no está en la agenda. Y los gobiernos -meros administradores de la miseria- se paran de ambos lados del mostrador.

La Asignación Universal por Hijo “asigna” valor en moneda nacional de curso legal a los pobres. Su carácter “Universal” no es tal, en tanto y en cuanto la pobreza, el empleo informal y la desocupación son condiciones necesarias para su cobro. Es decir, se deben reunir características estereotipadas. Sin mencionar que los congresales que se jactan de la representación popular, levantaron la mano para que el decreto de AUH se convierta en Ley. Las mismas personas que cobran de bolsillo $ 86.000 determinan -a mano alzada y orgullosa- que los niños y niñas de la Argentina valen $1.103 pesos por medio de la AUH. Los legisladores entonces consideran que sus vidas valen un 98,72% más que la de nuestros pibes. Expresión descarnada de que el pueblo no delibera ni gobierna, sobrada muestra de la violencia estatal.

La trampa hecha ley, impone que la AUH, debe ser para trabajadores informales y desempleados y agregará algún que otro monotributista. Que, lejos de eliminar la pobreza o dejarla en “cero”, no saca de su condición de pobre a aquellos que la reciben.

Rubén Lo Vuolo, economista que diseñó el primer proyecto llamado Ingreso Ciudadano a la Niñez, señaló en 2012: “Si usted es una trabajadora formal, le pagan una asignación y no le piden condición y si manda los chicos a la escuela le pagan un plus. Fíjese que el mismo argumento, que en un caso justifica un plus, en el de AUH justifica una penalización. Entonces hay un tratamiento desigual que marca un sesgo paternalista y de control social por parte del Estado”. El mismo economista dijo cuatro años más tarde que “lo único que han hecho desde el gobierno (refiriéndose a Cambiemos), es acentuar las políticas del gobierno anterior, que básicamente permitían que se siga acentuando la concentración económica y del ingreso y mientras tanto hacía cierta política distributiva para que llegue algo a los sectores sociales más subordinados”. Y es terminante: “se incluye a alguien socialmente no cuando se le da un programa asistencial, focalizado por sus características personales, sino cuando se lo trae al mismo lugar donde estás vos y estoy yo. No es cuando lo aparto con una política diferente porque lo señalo como diferente”.

Las certezas, que son verdades en carne viva, nos revelan que detrás de cada chico con hambre hay un padre o una madre desocupada. La AUH, necesaria e incuestionable, ha adquirido carácter de permanencia y no de temporalidad. El Banco Mundial impulsa reformas, porque no previó que la planificación del hambre, tiene el límite de lo impensado. No previó que la historia la hacen los chicos del pueblo y que los niños siguen siendo y naciendo. Pobres en materia económica, traen la riqueza de la novedad y una migaja debajo del brazo. Se presentan como realidad fantasmal viva, destruyendo la escenografía de un mundo que ya no puede ocultarlos, pero con el peligro de la naturalizarlos.

El trabajo trasciende culturas. Crea las condiciones para que los principales menesteres que un pequeño retoño humano necesita sean provistos por sus educadores inmediatos: sus padres, tíos, amigos, vecinos o quienes sean capaces de trazar vínculos inquebrantables, afectivos, dentro de redes y colectivos de utopías.

Al mismo tiempo la praxis del trabajar jugando y jugar a trabajar, serán los pizarrones, donde se dibujan las pedagogías, horizonte hacia el cual debe ir cualquier política. El niño o niña aprenderá del trabajo de sus educadores, no así de pasar un plástico por un cajero automático, para retirar la sobra que le asignan por ley o por decreto.

(*) Médico generalista. Casa de los Niños, Fundación Pelota de Trapo

Edición: 3313


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