Bullrich y la nueva campaña del desierto

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Por Carlos Del Frade

(APe).- “…Yo hablé así: -Hermano, los cristianos han hecho hasta ahora lo que han podido, y harán en adelante cuanto puedan, por los indios. Su contestación fue con visible expresión de ironía: -Hermano, cuando los cristianos han podido nos han muerto; y si mañana pueden matarnos a todos, nos matarán. Nos han enseñado a usar ponchos finos, a tomar mate, a fumar, a comer azúcar, a beber vino, a usar bota fuerte. Pero no nos han enseñado ni a trabajar, ni nos han hecho conocer a su Dios. Y entonces, hermano, ¿qué servicios les debemos?...”, fue la respuesta del lonco Mariano Rosas a Lucio Mansilla, según su libro “Una expedición a los indios ranqueles”.

Según el llamado Informe Oficial de la Comisión Científica del Ejército Argentino, “el año 1879 tendrá en los anales de la República Argentina una importancia mucho más considerable que la que le han atribuido los contemporáneos… Ese acontecimiento es la supresión de los indios ladrones que ocupaban el Sur de nuestro territorio y asolaban sus distritos fronterizos: es la campaña llevada a cabo con acierto y energía, que ha dado por resultado la ocupación de la línea del Río Negro y del Neuquén”.

Agregaba que “se trataba de conquistar un área de 15.000 leguas cuadradas ocupadas cuando menos por unas 15.000 almas, pues pasa de 14.000 el número de muertos y prisioneros que ha reportado la campaña. Se trataba de conquistarlas en el sentido más lato de la expresión. No era cuestión de recorrerlas y de dominar con gran aparato, pero transitoriamente, como lo había hecho la expedición del Gral. Pacheco al Neuquén, el espacio que pisaban los cascos de los caballos del ejército y el círculo donde alcanzaban las balas de sus fusiles. Era necesario conquistar real y eficazmente esas 15.000 leguas, limpiarlas de indios de un modo tan absoluto, tan incuestionable, que la más asustadiza de las asustadizas cosas del mundo, el capital destinado a vivificar las empresas de ganadería y agricultura, tuviera él mismo que tributar homenaje a la evidencia, que no experimentase recelo en lanzarse sobre las huellas del ejército expedicionario y sellar la toma de posesión por el hombre civilizado de tan dilatadas comarcas.

“Y eran tan eficaces los nuevos principios de guerra fronteriza que habían dictado estas medidas, que hemos asistido a un espectáculo inesperado…No hubo una sola de esas columnas de exploración que no volviese con una tribu entera prisionera, y cuando llegó el momento señalado para el golpe final, no existían en toda la pampa central sino grupos de fugitivos sin cohesión y sin jefes…

“Es evidente que en una gran parte de las llanuras recién abiertas al trabajo humano, la naturaleza no lo ha hecho todo, y que el arte y la ciencia deben intervenir en su cultivo, como han tenido parte en su conquista. Pero se debe considerar, por una parte, que los esfuerzos que habría que hacer para transformar estos campos en valiosos elementos de riqueza y de progreso, no están fuera de proporción con las aspiraciones de una raza joven y emprendedora; por otra parte, que la superioridad intelectual, la actividad y la ilustración, que ensanchan los horizontes del porvenir y hacen brotar nuevas fuentes de producción para la humanidad, son los mejores títulos para el dominio de las tierras nuevas.

“Precisamente al amparo de estos principios, se han quitado éstas a la raza estéril que las ocupaba”, sostenía aquel documento que fundamentaba el motivo de aquella política de terrorismo de estado que fue la conquista o campaña del desierto.

No había desierto, construyeron el desierto.

Había familias enteras, las desaparecieron.

Convirtieron a la isla Martín García en un gran campo de concentración.

Fue la llamada Conquista o Campaña del Desierto.

Ahora, hace algunos días, el 15 de septiembre de 2016, el Ministro de Educación, en las tierras patagónicas de Río Negro, Esteban Bullrich, se mostró eufórico al recordar aquella política de terrorismo de estado: “Esta es la nueva Campaña del Desierto, sin espadas, con educación”.

-Bajo ningún concepto puede aceptarse que un crimen de lesa humanidad pueda ser utilizado como metáfora para referir a una política pública. Esto supone o bien una supina ignorancia e indiferencia ante la historia de nuestro pueblo, o bien una propuesta educativa, en este caso, que comparte los lineamientos principales con aquello que se compara – sostuvo un grupo de becarios, investigadores, docentes y personal del Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio de la propia Universidad Nacional de Río Negro y del CONICET.

“Usted habla de hacer una “nueva campaña” con la educación, desconociendo que ha sido precisamente el sistema educativo en nuestro país un responsable directo de que los prejuicios y discriminaciones se hayan perpetuado, construyendo a los pueblos originarios como “salvajes”, “extranjeros” y “ladrones”, y a la región en que vivimos como un “desierto”, remarcaron.

El problema abierto es que Bullrich expresa una manera de pensar la política del estado del presente. Aquella construcción del desierto a partir del terrorismo de estado sirvió para extranjerizar tierras y contraer nuevos servicios de deuda externa que sirvieron para muy pocos. La nueva campaña del desierto del ministro de Educación, ¿pensará algo muy diferente a aquella matriz impuesta?.

Mientras tanto, el mayor símbolo del poder económico en la vida cotidiana, Julio Argentino Roca, nos mira desde el billete de cien pesos, marcando su inalterable vigencia.

 

Fuentes: “Clarín”, viernes 16 de septiembre de 2016 – “Una expedición a los indios ranqueles”, de Lucio V. Mansilla – Informe Oficial de la Comisión Científica del Ejército Argentino, 1881.

Edición: 3235


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