Cristofer: el estado mata con nombre propio

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Por Silvana Melo

(APe).- El domingo Cristofer Regio –un flaco de 26 años de Parque Patricios- no paró en un control de tránsito de la Prefectura Naval. Uniformes pensados para los ríos y los mares. No para el pavimento intenso de la ciudad. Y no paró Cristofer porque no tenía los papeles de la camioneta. Y no quería que se la secuestraran. Tuvo miedo.

Lo acribillaron. Tenía razón. El miedo es una de las herramientas para sostener la arbitrariedad. La muerte es otra. La definitiva.

Los navales se llevaron las vainas para que nadie pensara en gatillo fácil. Ellos sí pensaron, sin dudas. Pensaron y se encubrieron. Pero pensaron después. Porque la doctrina Chocobar habilita a disparar primero y pensar, hablar, averiguar, correr, perseguir -y una serie extensa de procedimientos complicados-, después. A matar primero y preguntar después. A disparar, a matar. Y ni siquiera tomarse la molestia de pensar y preguntar.

Hay ocho navales apartados de la Prefectura. Mientras la Ministra de Seguridad compra bizcochos para visitarlos a la hora del té.

Como visitó a Luis Chocobar el lunes. El policía bonaerense que en diciembre mató por la espalda a un ladrón que huía. Y mintió que lo mató de frente, en defensa por ataque.

Lo visitó, Patricia Bullrich, 24 horas después de que los navales acribillaran a Cristofer.

Y fue el nacimiento de la Doctrina con Nombre Propio. El gatillo fácil con identidad explícita. El crimen legitimado por el Estado. Por un estado alucinado que lo juzga con una de sus manos y lo acaricia y lo avala con la otra.

Cristofer murió por la bala en la garganta que le asestó la misma Doctrina con Nombre Propio. 24 horas antes de que la Ministra le garantizara al doctrinario Chocobar que “no está solo”.

La muerte en manos del Estado ya tiene otro nombre. Propio. Explícito. Y apunta directamente a blancos niños. A blancos jóvenes. Vestida alegremente de impunidad.

Edición: 3684

 


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