El clásico rosarino

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Por Carlos del Frade

(APe).- Casi 800 integrantes de la Policía de la Provincia de Santa Fe estarán destinados a brindar “seguridad” para el clásico del fútbol rosarino que se disputará este domingo entre Ñuls y Central. Habrá helicópteros y custodias especiales para ambos planteles por más que se juega sin hinchas visitantes. También hay operativos en los que participarán los gendarmes y los prefectos que llegaron a Rosario en el último tiempo. Hay miedo de que se produzcan nuevas muertes como consecuencia de un partido de fútbol en la ex ciudad obrera. Y las vidas que se pierden, siempre, inexorablemente, son menores de treinta años.

 

-Tenemos algunos lugares determinados en un trabajo junto con la Municipalidad. Son sitios donde hay antecedentes de hechos de violencia. Allí habrá presencia policial preventiva antes, durante y después de partido en la cancha de Central y en otros lugares que están identificados con el club, pero también haremos lo mismo con Newell’s…Este es un partido de alto riesgo por lo que implica el clásico, más allá de que no haya hinchada visitante. Estamos siguiendo de cerca cómo se desenvuelven las cuestiones alrededor de Newell’s que será quien reciba al visitante. En principio no hay que temer grandes conflictos, pero un partido que congregará a casi 40 mil personas siempre representa un alto riesgo – sostuvo Pablo Farías, el Secretario de Seguridad Deportiva de la provincia.

Ese casi millar de integrantes de fuerzas de seguridad convocados para darle “seguridad” al clásico son, por lo menos, cinco veces menos a los pibes que patean una pelota en las canchitas que Ñuls y Central siguen teniendo en varios puntos de la geografía rosarina. A los que integran los planteles que llegan hasta la décima división y muchos menos que los que todos los años continúan soñando con ponerse la auriazul o la rojinegra.

En los años setenta, cuando ambos comenzaron a salir campeones, podían verse camisetas de Central en Ñuls y camisetas de Ñuls en Central. Era habitual. Hoy, ese recuerdo, parece formar parte de una melancolía de las crónicas marcianas de Ray Bradbury.

Los saqueos que sufrieron ambas instituciones durante los años noventa y que los llevaron al borde de la quiebra por cientos de millones de dólares, fueron paralelos a la exacerbación de un folklorismo violento que tapó responsabilidades y el fascismo inundó gran parte de las nuevas generaciones de hinchas. Idiotas útiles que se terminan matando entre ellos mientras los delincuentes de guante blanco quedaron impunes. Como también gambetearon la justicia los integrantes de las barras bravas hoy devenidas en grupos de tareas vinculadas al narcotráfico.

El clásico rosarino hace rato que dejó de ser una fiesta.

Una síntesis del sistema.

Es el gran negocio de unos pocos y el miedo socializado.

Porque desde la cancha chica del fútbol, una vez más, parecen imponerse las reglas de juego para dominar la cancha grande de la realidad.

El minuto 91, después del partido, parece ser más importante que el juego en sí mismo.

Ojalá que las crónicas policiales del lunes no digan nada y que solamente haya espacio para lo deportivo. Este deseo, igualmente, también parece formar parte de aquella melancolía de una crónica marciana.

Alguna vez, sin embargo, deberán ser más importantes las cuatro mil historias de los chicos de las inferiores de Ñuls y Central que lo que puedan hacer 800 efectivos policiales.

Porque en esos pibes sobrevive, aún, aquel hermoso espíritu del juego más maravilloso que alguna inventó el hombre sobre esta cápsula espacial llamada planeta Tierra.

 Edición: 2962


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