La independencia no tiene su día

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Por Alfredo Grande

(APe).- Uno de los mejores amigos que tengo y, por esas cosas del destino tengo muchos, me dijo: “¡por favor, terminala con el ultrismo!”. Reflexionando el pedido, llegué a la conclusión preliminar de que estaba siendo clasificado como “ultra”. Y que el “ultrismo” es el padecer esperable de los “ultras”.

Así planteadas las cosas, tuve que darle la razón. Tensar la cuerda del pensamiento crítico implica ciertos riesgos. En otros tiempos demasiados riesgos. Sólo los valientes supieron enfrentarlos.

En estos tiempos, las redes sociales se han convertido en una telaraña electrónica. Las moscas quedamos atrapadas y los arácnidos globalizados nos succionan hasta la última gota de ingreso.

AC (antes de la cuarentena) la crítica a las redes sociales era habitual entre los bien pensantes. Los milenian nos miraban con desprecio y nosotros respondíamos con una mirada envidiosa. Nativos digitales versus mamíferos de las cavernas. Sin embargo, lo presencial, lo analógico, la proximidad, todas las formas de cercanía, seguían disfrutando de merecida popularidad.

DC (durante la cuarentena) las diosas son las plataformas digitales. Los mamíferos de las cavernas se enfrentan a una digitalización salvaje. Zoom o Muerte. Paraísos digitales como instagram, aplicaciones para todo, tutoriales para poder hacer cosas como si supiéramos hacerlas, desde un dron de bolsillo hasta el arte misterioso de freír una milanesa. La cultura represora a sus anchas y largas. Los mandatos de la regresión absoluta sumada a la navegación por internet, logran mezclar agua y aceite.

Como buen ultra, todo este despliegue de asociación libre es apenas para decir que, después de perder muchas batallas, esta vez estamos por perder la guerra. Las máquinas de exterminio se han globalizado en una escala planetaria. Como siempre he dicho: la derecha siempre tiene razón. Pero es una razón represora. El ejército invisible y el enemigo sin rostro existen. Pero no es el virus. El COVID 19 apenas es el mensajero. Y lamentablemente seguimos matando al mensajero. Cuando deberíamos agradecerle los servicios prestados.

El malo de la película es, en realidad, la vanguardia de una nueva generación de profetas. Si el virus no fue fabricado, es peor aún. Porque enuncia y denuncia que los modos actuales de producción de cosas y de personas, finalmente lograrán el anunciado apocalipsis.

Los ambientalistas, los que advertían del peligroso aumento del agujero de ozono, los glaciares derretidos, la polución ambiental, todos esos “ultras” fueron descalificados e ignorados.

Ahora el COVID 19, en su insoportable pesadez del contagio, obliga tardíamente a una supuesta auto crítica de las castas gubernamentales, empresariales, clericales, militares. Análisis oportunista e hipócrita. Que se detiene justo donde debería empezar. No sea cosa que sean acusados de “ultras”. Siguiendo el noble refrán que describiendo tu tierra entenderás al mundo, diremos que para muestra mejor busquemos muchos botones. Con uno solo ya no basta. Y además es necesario compararlos para ver si son compatibles.

La cultura represora no es verdad ni es mentira. Es falsa. Y esa falsedad se sostiene en las paradojas pragmáticas. La clave es una simultaneidad incompatible. El padre le dijo al hijo: te amo y, al mismo tiempo, le da una trompada. En una lógica erótica, si te quiero no te aporreo. Pues mal. En la lógica de la cultura represora, siempre la letra con sangre entra. Y por lo tanto, algo debe sangrar para que la letra represora entre.

Legitimación de toda forma de tortura.

Esa paradoja se sostiene en una relación de poder absoluto. Sostenido por el victimario y tolerado por la víctima. Que se queja pero no combate. Denunciar esa paradoja sólo es para “ultras”. Pero “ultras” valientes. No denunciar puede terminar con la muerte.
Denunciarlo también. Génesis del feminicidio. Pero no solamente. Transcribo dos noticias:

-Los cuatro policías de la localidad chaqueña de Fontana que desde el 9 de junio estaban detenidos con prisión domiciliaria por haber atacado a la familia qom Fernández-Saravia a fines de mayo quedaron en libertad.

-La Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA envió una solicitud de información al ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina sobre la denuncia por la desaparición forzada de Facundo Astudillo Castro (visto el 30 de abril por última vez). Se piden informes al canciller Felipe Solá sobre "las acciones que el Estado estaría llevando a cabo para dar con el paradero o localización del joven y el avance en las investigaciones que se llevarían a cabo por los hechos alegados".

Dos botones de una muestra infinita. La paradoja es que estas flagrantes violaciones a los derechos humanos son simultáneas al orden democrático. Si las denunciás, sos “ultra” y le hacés el juego a la derecha. Si no las denunciás, sos cómplice. No quiero resistir que sea justamente Felipe Solá quien tenga que dar explicaciones. A buen puerto vas por leña, decía mi santa madre.

Otra paradoja: hay más cobertura de los actos extremistas de la patética derecha partidaria, que de los cientos de situaciones de gatillo fácil y causas armadas. Se insiste con el tabú del odio. Pero es un odio en abstracto. También con el tabú de la violencia. Se la condena en abstracto. Por eso la violencia de los diferentes aparatos del estado apenas es mencionada. Se sigue repudiando al terrorismo de estado, lo que es necesario, pero se ignora al estado terrorista, lo que es grave.

El mensajero COVID 19 puso en evidencia que un país que tiene la identidad autopercibida de “federal”, es salvajemente unitario. Su nombre de pila: AMBA. O sea: la marca del desarrollo brutalmente desigual.

El separatismo mendocino podrá ser ridiculizado, pero su fundante debe ser registrado. Quizá no seamos más que las provincias nada unidas del Río de la Plata. Y la Argentina sea otra de las abstracciones que forman parte del alucinatorio político social.

Por eso el botón del día de la independencia es abstracto. Y necesariamente deviene reaccionario.

El “ultra” no se rinde. Primero necesitamos independencia o al menos autonomía, que no es lo mismo pero es igual. Política, económica y jurídica.

Macri le pidió perdón a la corona española por el primer gobierno patrio. Y los granaderos desfilaron con la bandera de los godos. Los mismos que nuestro himno nacional fulmina al poner en superficie su “pestífera hiel”.

¿Algún juicio por traición a la patria?

Si quieren cuidarnos, que no paguen la estafa externa. Barbijos sí, ni un peso a los estafadores también. El botón del turismo (fuga) de capitales es simultáneo al botón de una IFE raquítica.

Para terminar con los “odiadores seriales” el tema no es la diversidad. Sino acorralar a las incompatibilidades. La fundante: capital y trabajo. Y por último, porque el “ultra” está agotado, la peor abstracción es pedirle a la pandemia COVID 19 la tarea de sellar la grieta. Que no sería otra cosa que convocar a la “hipocresía de clase”.

Por eso no hubo día de la independencia.

Porque estuvo el botón del día.

Pero todavía estamos buscando el botón de la independencia.

Edición: 4041

 


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