La nueva guerra del fútbol

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Por Carlos del Frade

(APe).- -Sabemos la presión que se ejerció sobre Blatter con el objetivo de quitarle a Rusia el Mundial de 2018, señaló el jefe del Kremlin, presidente de Rusia, Vladimir Putin, en relación a la decisión de parte de la justicia de Washington de detener a varios dirigentes futbolísticos en Suiza y, de tal forma, aplicar el derecho estadounidense fuera de sus fronteras. Los sospechosos fueron detenidos con una petición de extradición a Estados Unidos. "Esas personas no son ciudadanos estadounidenses. Estados Unidos no tiene nada que ver con el caso", dijo el presidente ruso.

 

-Sabemos la presión que se ejerció sobre Blatter con el objetivo de quitarle a Rusia el Mundial de 2018, agregó Putin. Las investigaciones que las autoridades suizas llevan a cabo paralelamente por indicio de criminalidad en el proceso de candidatura de los Mundiales de Rusia 2018 y Qatar 2022 causaron preocupación en Moscú, que teme perder la sede.

Cuarenta y seis años atrás, entre junio y julio de 1969, los partidos por las eliminatorias entre las selecciones de Honduras y El Salvador para el Mundial de México del año siguiente, les vinieron como justificación a las entonces dictaduras militares para seguir cumpliendo con la explotación sempiterna de los trabajadores rurales en ambos países a medida de los intereses de las grandes multinacionales y los latifundios nativos. Se la llamó la guerra del fútbol. Hubo miles de muertos.

Ahora la historia se repite con farsa.

Millones de dólares en corrupción y lavado de dinero, algo que se puede olfatear en la cancha grande de cada país en torno al gran negocio de la cancha chica del fútbol.

Pero la dimensión es absurda al generar estas posiciones de uno de los dueños del mundo como es el presidente de Rusia, por un lado, y la justicia del imperio, por el otro.

En el medio de las discusiones y las informaciones, empresarios argentinos vinculados a los medios de comunicación y la AFA, forman parte de esta red mafiosa que se alimenta de la más clara síntesis del capitalismo: solamente el 4 por ciento llega a jugar en primera división. Una ínfima minoría manipula el sentimiento de las mayorías de acuerdo a sus intereses a lo largo y ancho del planeta. Una cantidad de naciones que es mayor en la FIFA que en las Naciones Unidas.

Pero del otro lado de esta farsa que pretende repetir las exageraciones de aquella guerra del fútbol de 1969, aquí, en estos atribulados arrabales del mundo, no hace mucho tiempo atrás, la otra cara del negocio del lavado de dinero por detrás de las camisetas queridas: los pibes que quieren jugar y se mueren en el intento. En el día del futbolista, el pasado 14 de mayo, Eduardo Ortega, nacido en San Salvador de Jujuy, del club San Martín de Burzaco, se golpeó contra una pared y murió como consecuencia de ese impacto. Pocos días después, otro muchacho, en Corrientes, encontraba el final de juego anticipado porque nadie lo pudo reanimar de un paro cardíaco.

La farsa del fútbol que hoy vuelve a mostrar una extraña revisión de los enfrentamientos de la guerra fría entre Rusia y Estados Unidos, no solamente remite a aquella guerra del fútbol de 1969, sino también al profundo y permanente desprecio y manoseo que sufren los pibes en distintas geografías del cosmos de la pelota siempre manchada.

Como en la cancha grande de la historia, una vez más las grandes mayorías son simples espectadoras, del otro lado del alambrado, del otro lado de la raya de cal, del otro lado de la fosa, del negocio permanente de las minorías y siguen haciendo creer que las reglas de juego son inmodificables.

De allí que las declaraciones de Putin, por un lado, sean la contracara de aquellos sueños goleados de pibes a los que, ni siquiera, se los cuida para formar parte de un negocio que no para.

Las guerras del fútbol, entonces, gozan de buena salud, como la hipocresía permanente del capitalismo que no solamente encuentra en el juego una herramienta de acumulación de dinero sino también una fenomenal justificación cultural.

Fuentes: “La guerra del fútbol”, de Ryzard Kapusinski; diarios “La Nación”, de los días miércoles y jueves 27 y 28 de mayo de 2015; y diario “La Capital” de Rosario, del viernes 15 de mayo de 2015.

 

 


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