La realidad de los jóvenes trabajadores

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Por Carlos Del Frade

 

(APe).- La presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, viene diciendo que los jóvenes son el centro de su administración y el sujeto fundamental de la nueva gestión que seguramente comenzará después de las elecciones del 23 de octubre.

 Sería necio negar que miles de pibas y pibes despidieron a Néstor Kirchner luego de su muerte, el pasado 27 de octubre de 2010.

 En las palabras de la presidenta, entonces, hay un reconocimiento a esa presencia multitudinaria.

 Incluso en las últimas horas, los medios de comunicación dejaron trascender que el cambio de relator y comentarista de la televisión pública para los partidos de la selección de fútbol tuvo como impronta un comentario de la titular del ejecutivo nacional solicitando presencias jóvenes.

 De tal forma, el discurso oficial y las listas de candidatos a diputados nacionales en las diferentes provincias dan un lugar importante a los jóvenes.

 El problema es la realidad.

 Porque como viene sucediendo en los últimos cuarenta años, el sector más castigado a la hora de pensar en un trabajo estable y en blanco son, justamente, las pibas y pibes que salen de la secundaria con la idea de garantizar el futuro a través de la construcción de una mínima base material.

 Para el Instituto de Política para el Desarrollo Social, basado en la Encuesta Permanente de Hogares, sólo el 18 por ciento de las chicas y chicos que tienen entre dieciocho y veinticinco años tiene empleo formal.

 18 de cada cien, por lo tanto, conocen un recibo de sueldo, aportes patronales, vacaciones, obra social y demás beneficios que conlleva la actividad enmarcada en las leyes laborales.

 El problema, sin embargo, es grande: 82 de cada cien pibas y pibes tienen empleos informales. Es decir que sufren distintas formas de precarización laboral.

 Están en negro o en distintas fases de grises, características que se impusieron en los años noventa y que hasta ahora parecen invictas aunque el discurso oficial diga otra cosa.

 Por eso hubiera sido fundamental que estos temas aparecieran en la campaña política que discute, nada menos, que la sucesión presidencial en la Argentina del tercer milenio.

Como los resultados de las primarias parecieron disciplinar a las demás fuerzas partidarias a resignarse ante los resultados, no hubo un solo debate sobre los temas existenciales que atraviesan la vida cotidiana de las mayorías argentinas: educación, trabajo, salud, vivienda y, fundamentalmente, el futuro como dimensión real o no para las distintas generaciones que interactúan en estos días.

 Pero allí están las cifras concretas, más allá de los discursos oficiales y las resignaciones de las frágiles oposiciones, dieciocho de cada cien muchachas y muchachos en la Argentina solamente conocen un recibo en blanco, mientras que la mayoría sufre algún tipo de explotación.

 Es imprescindible que además de ser protagonistas de las frases de ocasión, los jóvenes argentinos sean, alguna vez, sujetos de derecho y tengan la certeza que si completan la secundaria habrá una posibilidad concreta de obtener un puesto de trabajo en blanco que les permitirá proyectar un mañana sin miedo, pronunciar la palabra futuro con esperanza.

 Mientras tanto, miles y miles de chicas y chicos siguen peleando por un trabajo digno, algo que no aparece en la épica inflamada del oficialismo ni en la anoréxica arenga de las principales ofertas opositoras.

 

Edición: 2100

 

 

 


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