Macri: ¿quousque tandem abutere patientia nostra?

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Por Alfredo Grande

“Cuando el dios da pan al que no tiene dientes, es porque quiere quedarse con el pan”
(aforismo implicado)

 

(APe).- Decidí usar el idioma del imperio. Romano en este caso. El latín, considerado erróneamente como una lengua muerta, es muy útil para los vivos. Aquellos que se esconden en la palabra encriptada para camuflar las siniestras intenciones que los habitan. No es casual que el Papa actual ratificara la misa en latín, a contrapelo de las enseñanzas del concilio de Medellín que propició la misa en el idioma propio de cada país. La cuestión es, desde siempre, dividir para reinar y ocultar para seguir reinando. Macri: ¿hasta cuando abusarás de nuestra paciencia?

 

La obscena impunidad del voto tiene en el Jefe de la desahuciada reina del plata su expresión más genuina. Abusa de nuestra paciencia cuando confunde, en el mejor de los casos, o denigra, en el peor de los casos, la legalidad de una votación con la legitimidad de un ejercicio. No hay mayoría, aunque absoluta fuera, que ampare la sistemática tarea contra el bien común. O sea: el menos común de los bienes, pero el único digno de ser defendido en democracia. La UCEP, esa Gestapo berreta para castigar la miseria, fue disuelta sin que fuera castigado al que posibilitó esa muestra de terrorismo barrial.

El ensañamiento cobarde contra los pobres de carne, de espíritu, de salud, es evidencia de una profunda y permanente distrofia de aquello que hizo posible la cultura: el desarrollo de los colectivos solidarios. El arrasamiento de la educación y la salud pública es equivalente al revoleo que el menemato hizo del patrimonio público acumulado por varias generaciones de trabajadores, criollos e inmigrantes. Si sumamos las políticas de exclusión y represión de pueblos originarios en diferentes provincias, la persistencia del llamado gatillo fácil que en realidad es un exterminio en cuotas, veremos que mas allá de la superficie progresista que pareciera flamear en la Argentina, las entrañas del monstruo fascista siguen bien alimentadas. Y nosotros vivimos en ellas. Pero Macri, Jefe de Deshaciendo Buenos Aires, no es sólo causa, sino también efecto.

La masacre de Cromagnon marcó a fuego candente las limitaciones del progresismo ibarrista. Primero por la incapacidad de prevenir, segundo por la incapacidad de reparar. Como de la tentación de culpar a las víctimas nadie está exento, no son pocos los que atribuyen la llegada del ingeniero sin ingenio a la lucha de familiares, sobrevivientes y amigos del Movimiento Cromagnon. Pero la lección de destituir al responsable máximo de la masacre, debería mantener sus efectos en la actualidad. Muy mal hay que hacer las cosas para que un funcionario procesado como partícipe de una asociación ilícita tenga el privilegio de seguir con su candidatura la asfaltada ruta de la impunidad.

Muy mal hay que hacer las cosas para que después de una patética gestión de gobierno, ni el oficialismo a nivel nacional, ni las diversas vertientes de la oposición, pudieran vertebrar un frente opositor a una nueva desventura macristoide. No creo que alcance con invocar al mentado gorilismo del porteño. Al menos, ese factor tendría que haber sido motivador para deponer protagonismos farandulescos y dar batalla en el único terreno donde no caben ambigüedades: el de los principios que sostienen la plena ciudadanía del sujeto que lucha por descubrir su deseo y pelea por enfrentar sus mandatos.

Si la sangre derramada no hubiera sido negociada, la presencia del ingeniero de la lamentable figura apenas podría ser utilizada para inaugurar un tren fantasma en algún parque de no diversiones. Pero sostenemos un imaginario donde la figura del enemigo ha sido camuflada por la de adversario, que incluso recibe felicitaciones cuando triunfa. ¿Triunfa? En realidad, nosotros hemos sido derrotados. Corrección. Hemos fracasado. Sin dejar de señalar con toda la energía necesaria las atrocidades del CEO de la ciudad, empecemos a mirar las vigas en nuestros propios ojos. De lo contrario, el mayor riesgo será una actitud reactiva, que siempre irá detrás de la injusticia sin alcanzarla jamás.

No hay ninguna posibilidad de que el gerenciamiento macroide pueda articular políticas en salud y educación, ya que carece absolutamente de ambos atributos. Pero es necesario un análisis colectivo de nuestra implicación: ¿de qué atributos carecemos nosotros? Hablo también como profesional de la salud mental, pero no solamente. Seguimos atacando a muchos árboles, pero quizá no entendamos todavía al bosque. El oficialismo a nivel nacional no pocas veces ha insinuado políticas que coquetean con el macartismo, y en el caso de algunos funcionarios, más que coqueteo es directamente un levante alevoso. Nunca es fácil ser revolucionario, ni siquiera en democracia, a pesar de los dichos de la Presidenta.

Al menos en la desahuciada reina del plata, solamente propiciando lo revolucionario podrá ser enfrentada la Jefatura Imperial de Gobierno. O sea: subvertir el paradigma neoliberal que no ha sido sepultado. Y que tiene resonancias fuertes en muchas provincias, incluso la de Buenos Aires. No es menor el intento de disminuir la edad de imputabilidad, sostener la penalización de la tenencia de drogas para consumo personal, y la omnipotencia de estados dentro del Estado, como por ejemplo el Servicio Penitenciario Federal. Nada de esto se soluciona con milagros. El Estado de Derecho también ampara lo injusto, incluso lo cruel. Seguirán abusando de nuestra paciencia. La pregunta es: ¿Por qué tenemos tanta?

Edición: 2102


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