Gomorra y los múltiples brazos del Estado

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Por Claudia Rafael

(APe).- Don Ciro se ajustó la corbata. Calzó los anteojos y leyó uno por uno los nombres de la nueva lista. Ya no estaban la familia Rosso, ni la familia Mellone y menos aún María. Su hijo se había unido a la mafia enemiga. Don Ciro –el especialista en contabilidad que entrega por orden de la camorra dinero a las familias de los mafiosos presos- tiembla y lo puebla el sudor. La camorra asumía cada vez más la forma de la vieja Gomorra. Como en la historia antigua, sólo le cabría la destrucción. Es el Estado paralelo, más fuerte que el Estado mismo y que se vale del Estado.

 

Los múltiples estados dentro del Estado no son otra cosa que las ramificaciones de una Gomorra que debe ser destruida para que haya futuro. Los brazos de ese pulpo que recoge millones suelen ser infinitamente profundos. Engullen vidas. Derraman miserias.

"Cuando uno revisa la foja de servicios, tenía en 30 años una amonestación por llegar tarde". El poder político –dijo el gobernador socialista Antonio Bonfatti- no cuenta con “otros elementos que no sean sus fojas para evaluar la conducta” de un policía. “No estábamos enterados de nada, nadie nos informó que se estaba investigando a Tognoli. No tenía antecedentes con el narcotráfico, si no no hubiese sido nombrado jefe”, agregó.

Cristian Sola, su reemplazante, dijo a Canal 5 de Rosario, que “la situación por supuesto que no es grata, hablé con él (por Tognoli) el viernes, le consulté sobre la posibilidad de asumir y me dijo que le dé para adelante, que siga trabajando, asi que asumí la responsabilidad con el compromiso necesario para estar al frente de la fuerza”.

Sólo una amonestación, dijo Bonfatti. “El poder político no está vinculado al narcotráfico”, aportó su antecesor, Hermes Binner.

En las antípodas, Victoria Donda (diputada del mismo frente de Binner) definió en una entrevista publicada un año atrás que “nosotros no tenemos riesgos de cartelización como en Colombia, porque a la venta la maneja la policía y las fuerzas de seguridad en connivencia con la política. Muchas campañas políticas se pagan con plata de narcos, ahí se lava plata. Pero no hay un solo procesado por lavado de dinero que venga del narco”.

Narcopolicías, trata de personas, desarmaderos. Aunque hoy unos cuantos se saquen el sayo.

“El caso del comisario Tognoli, jefe de la policía del segundo estado de la Argentina, pone en crisis institucional a los tres poderes de la república: el ejecutivo que lo nombró y que nunca quiso combatir la relación entre la policía y el narcotráfico; el legislativo donde todas las fuerzas políticas han mirado para otro lado en los últimos 30 años que es la misma edad que cumplirá la democracia y el increíble poder judicial que desde finales de los años noventa tiene investigaciones donde queda en evidencia que el mayor cartel de distribución de drogas en la provincia es la propia policía”, escribió ayer Carlos del Frade en APe.

En una suerte de Gomorra argentina, Santa Fe devora vidas jóvenes. Se saldan historias. Se cobran deudas. Se presiona. Se acantila. Se destierran ingenuidades. Como en la masacre de Villa Moreno, el primer día de 2012. Mono, Patom y Jere no tenían que estar allí en ese instante. Los mataron por error. El saldo era para otros.

“El Mono era un pibe muy alegre, siempre contaba algún chiste que dejaba por la mitad porque se empezaba a reir y nunca sabíamos el final. Tenía una risa muy contagiosa”, contaron sus amigos a Sudestada.

“Al Jere lo veíamos venir y ya nos reíamos todos sin que dijera nada, ya con esa carita alegre, con una sonrisa de oreja a oreja”, dijeron.

Patom jugaba al fútbol, le encantaban la cumbia, el reggaeton y finalmente, el hip hop. “Yo un día voy a jugar en primera y te voy a sacar de acá mamá”. Se entusiasmaba con las historias de terror y de fantasmas.

Es el Estado paralelo, más fuerte que el Estado mismo y que se vale del Estado.

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El día de su cumpleaños los aztecas ofrendaban a la diosa Mictecacihuatl, guardiana del noveno nivel del Mictlán, el infierno. Ese reino en el que las personas esperan, después de morir, y antes de ser destinadas al cielo o al Tlalocan, el paraíso del dios de la lluvia. Allí andará Daniel Solano. Trabajador golondrina. Salteño de pueblo guaraní. Con los ojos renegridos y la mirada intensa. Que gritó rebeldías tan lejos de su Salta. La última vez que lo vieron fue el 5 de noviembre de 2011. Tres días después de su cumpleaños número 27. Había ido al boliche Macuba, en Choele Choel. Hay 22 policías imputados. Su cuerpo nunca apareció. Empresarios, policías, sindicatos quedan enlodados. No se perdona la voz en alto. Sólo se aplaude la sumisión.

El Ata era un bello muchachón. El 15 de junio de hace cuatro años fue al boliche Mi Loca, en Viedma. Estudiaba. Soñaba con estudiar medicina en Cuba y volver a su tierra para atender a los que el sistema expulsa. Quería parecerse al Che. Un balazo. Mucha muerte. Se llamaba Atahualpa Martínez Vinaya. Hay policías investigados.

Julián Antillanca y Jorge Pilquimán también fueron a un boliche la última de sus noches. Julián, en Trelew; Jorge, en Bariloche. Policías sospechados. Justicia enlodada. “A mi hijo lo mataron dos veces: primero los policías que lo golpearon. Luego, los jueces corruptos”, dijo el padre de Julián el día en que los policías fueron absueltos.

Es el Estado paralelo, más fuerte que el Estado mismo y que se vale del Estado.

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“Los compañeros defendían el territorio, se la hacían difícil al empresario y a sus matones, entonces Riso se llegó a la siesta, lo encontró solo al Miguel cuando daba agua a los animales, y lo acuchilló”, contó Deolinda Carrizo, dirigente del Mocase. Hablaba de Miguel Galván, asesinado de muerte sicaria. En tierra santiagueña, donde el modelo agropecuario habilitado por el gobierno K de Zamora en fiel romance con empresarios sojeros, los homicidios en manos de los matones del poder crecen y se multiplican como hongos. Miguel Galván, Cristian Ferreyra, Sandra Ely Juárez.

La muerte de Galván fue la crónica de una muerte mil veces anunciada. Los sicarios, fuerza de choque de los empresarios de la tierra que avanzan, encajan a la perfección con el modelo. Tienen la venia del Estado que silencia y avala. Que connive y abriga. “José Palavecino: custodios de campos, desalojos, alambrados, perforaciones y picadas”, decía la tarjeta de un matón hallada en la frontera entre Santiago y Salta, según publicó el diario El Tribuno.

La tierra multiplica su precio. "Hace 12 años entró Monsanto en la zona, la tierra valía un promedio de 100 dólares la hectárea; hoy cuesta dos mil dólares”, denunció Andrés Strapazzón del Mocase, desde Quimilí. "El empresario usa 4 ó 5 años la tierra y tras perder su calidad la vende. En ese tiempo, la gente sin tierra se va a instalar en villas situadas en las afueras de ciudades grandes”.

Los sojeros desmontan. Los matones desalojan. El poder político avala.

Es el Estado paralelo, más fuerte que el Estado mismo y que se vale del Estado.

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Don Ciro era apenas el contador. El que se encargaba de calmar ánimos entregando dinero y asegurando así fidelidades. La camorra asume cada vez más la forma de la vieja Gomorra. Como en la historia antigua, sólo le cabe la destrucción. Es el Estado paralelo, más fuerte que el Estado mismo y que se vale del Estado. Los brazos individuales son sólo eso. Apenas diminutos engranajes de un puzzle perfecto que es aceitado por los poderes permanentemente. Y toda pieza sobrante –joven, rebelde, transformadora, vulnerable, molesta, perturbadora- es convenientemente barrida del mapa de esa perversa Gomorra parida por el sistema.


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