Sintonía gruesa

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Por Alfredo Grande

“Gendarmes y prefectos solicitan sueldos dignos para tener motivación para reprimir a los que pidan sueldos dignos”
(aforismo implicado)

(APe).- En una mítica serie de la televisión, allá por los años 60, el locutor afirmaba: “no toquen la sintonía de su televisor. Están ingresando en la dimensión desconocida”. Como los sombreros de la abuela, todo vuelve. Es cierto: vuelve distinto a como se fue. A los 25 años de haberse ido, el abuelo volvió, pero sin pelo y sin dinero. Desde ya, con la frente más que marchita. El diagnóstico diferencial entre los que vuelven y los que nunca se fueron, no es fácil. Por alguna extraña razón, de esas que el corazón no entiende, el incidente de Severo me hace acordar más a la situación con Gerez que a la de Julio Jorge López.

En la dimensión desconocida, le damos más importancia a la aparición que a la desaparición, como si ésta ya estuviera instalada, discretamente instalada, en los inmensos espacios del loft democrático burgués. Si se trata de un mensaje a la presidenta, es mejor twittearlo, no muy diferente a la twitterpatía de muchos funcionarios. No es un mensaje. En el mejor de los casos, es una amenaza. En el peor, una radiografía de los espacios donde anida el poder real de la argentina. Podemos demonizar a Pedraza. Pero ningún demonio está solo, ni tiene poder mayor que aquel que el cielo le autorice. Sabemos que Lucifer es un ángel caído en desgracia, quizá un monotributista contrariado, pero que tuvo guiños suficientes para crecer hasta que le soltaron la mano y se zambulló en los mares de lava del infierno. Por suerte para unos y desgracia para otros, el movimiento obrero organizado ya no es columna vertebral. Primero: porque hay demasiadas columnas y para ser vertebral, mejor monoteísmos previsibles que herejías peligrosas. Segundo: las columnas apenas sostienen y los derrumbes son previsibles. No sé si ha llegado el momento de hablar de “anomia sindical”. Pero supongo que las lealtades de ayer, son las decepciones y las traiciones de hoy. La imagen se torna borrosa y cuesta que retome nitidez.

Es posible que como la orquesta de pueblo que cuando se perdía en la melodía, todos empezaban a tocar la marcha de San Lorenzo, el triunfo de Chávez tenga por unos días un impacto concentrador de entusiasmos. Será efímero. En Venezuela hay mayor nitidez en la imagen. Creo que no necesitan ni siquiera sintonía fina. De un lado: socialismo del siglo XXI. Del otro: capitalismo del siglo XX. En estos lares la cosa es un poco menos….definida. Ahora todos son serios, capitalistas y humanos. No aspiran a ser el primer trabajador, o trabajadora, pero todos y todas quieren recuperar la dignidad del trabajo. La pregunta que taladra mi cerebro es: ¿el trabajo es digno en sí mismo?. ¿Hay una dignidad inmanente al trabajo? Existo, luego pienso. La dignidad del trabajo depende de que sea digno el trabajo. O sea: no es inmanente, es contingente. Hay trabajos de absoluta indignidad. El torturador trabaja, tiene sueldo, aportes jubilatorios, vacaciones pagas, y otros derechos de la relación de dependencia con el Estado. Habrá como en otros rubros, cuentapropistas, artesanos sádicos, contratados, ilegales, etc. Pero sindicalización más o menos, son trabajadores de cuello sucio, muy sucio. Los servicios de inteligencia, más allá de confundir inteligencia con buchoneo, están dentro de grillas legales. Los que arrojan glifosato o napalm también trabajan, y hasta deben cobrar extras por tareas insalubres. Mal que les pese, entre esos trabajadores y yo hay algo institucional y personal. No voy a hacer un ranking entre las fuerzas de seguridad, las fuerzas armadas, los civiles armados, los topos o los rati. Si hay mejores entre los peores, no dejan de ser peores. Podrán en el ¿mejor? de los casos con la democracia rogando y con los palos dando y dando y dando. Trabajan de reprimir trabajadores. Están en otra categoría. Trabajan para la muerte, el dolor, y el sufrimiento.

Son el brazo y la mano armada de la cultura represora. Jamás serán mis compañeros. Deberán defender solos sus derechos y bancarse solos sus deberes. La memoria de Luciano Arruga, entre miles, me lo impide. Tener que decir esto, bueno, escribirlo, me hace pensar que estamos en una sintonía muy gruesa. Demasiado gruesa para tanta sangre derramada que no puede ser negociada. Si el gobierno, fiel a lo que denomino la lógica cromagnon (nada de prevención y que los daños frontales y colaterales se los banquen las víctimas) no supo, no quiso o no pudo resolver esto por las buenas, o sea, con una liquidación coherente de salarios, que se haga responsable de solucionarlo por las malas. Claro: no es lo mismo apalear a un pequinés que a un dogo.

La represión a la protesta laboral existe. La criminalización de la protesta social también. ¿Quién reprime al represor? Pasar a retiro a la plana mayor, o menor, soluciona el problema o mas bien es la evidencia que el problema no fue nunca advertido hasta que estalló, o sea, se hizo visible. Parece que no hubo centinelas que dijeron: ¡guarda que se van a juntar en el edificio Centinela! Es cierto: ganar 4 lucas para defender a los poderosos que ganan 80 es absurdo. Lo digo de una forma cuasi filosófica: que se jodan. El calavera represor no chilla. Los 30.000 y más padecieron lo indecible por luchar por el socialismo del siglo XX. Y claro: gracias a la “reserva moral de la nación”, no podrán disfrutar del socialismo del siglo XXI. Ahora la cosa está clara: el que quiere celeste represión, que le cueste. ¡Que barbaridad! Perdieron la vocación. Antes por monedas iban y reventaban a cualquiera. Ahora quieren pensar. No es mi problema, ni creo el de los luchadores populares. Los revolucionarios cuanto más tiempo pasa, más vivos están. A los que reprimen y asesinan por órdenes de los imperios de turno, apenas heredarán el viento.

El viento de la historia que los arrojará a los basurales del olvido y el desprecio. Esa es mi propia sintonía gruesa. Y con esa sintonía me quedo.


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