Fascismo de consorcio

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Por Alfredo Grande

   (APe).- Los denominados países emergentes, subdesarrollados, esperen que llegamos, qué hicimos nosotros para merecer esto, o cualquier otra denominación que nos parezca apropiada, no tienen la capacidad objetiva de amplificar los escenarios. No es lo mismo “La guerra gaucha” que la “La guerra de las galaxias”. Como escribió Payró, somos más del “pago chico”. Jose Blejer que fue uno de los pocos psicoanalistas marxistas que en Argentina han sido, acuñó el concepto de “superfetación”. La desmesura, la exageración, la amplificación bizarra de lo pequeño, lo inmaduro, lo precario. El slogan del lopezreguismo: Argentina Potencia. Más adecuado para la propaganda de una nafta que para describir la realidad de una república que en pocos meses se perdería en las garras del terrorismo de estado. Los teóricos, los intelectuales de fuste, explican o al menos intentan explicar, que apenas es una máscara del encubrimiento, que en la Argentina no hay fascismo. De hecho pero sin derecho, la tomografía computada del arco partidario nunca incluye el diagnóstico de “fascismo agudo, crónico, con o sin metástasis, incurable”. El diagnóstico más audaz es “derecha”. A veces, entre murmullos, extrema derecha. Como si la derecha pudiera no extremarse.

Para no entrar en discusiones, porque una vez que entramos es difícil salir, propongo el concepto político para contribuir al pensamiento nacional de “fascismo de consorcio”. Es algo así como un fascismo interruptus. Desviatus. Encubierto o maquillado. Es una bestia que siempre consigue transformarse en un príncipe hermoso por el amor de la bella y de la belleza del pueblo que nunca se equivoca. O sea: nunca reconoce que se equivoca porque para eso está el Poder de inventar y alucinar pasado, presente y futuro.

El corazón del que vota tiene razones que la razón ciudadana y proletaria no entiende. “Síganme que no los voy a defraudar” Pero no me acompañen que para eso tengo mis cómplices. Y síganme de lejos, que tampoco es cuestión de avivar giles. Aunque el denominado “grupo de los 8” no siguió y combatió. El siempre procesado pero nunca condenado Menem es el paradigma de lo que denomino “fascismo de consorcio”. Cambió su propio pasado, aquel que le permitió ganarle la interna a Cafiero. Su acto más heroico fue desalojar por la fuerza del brigadier Antonietti a su esposa de la residencia de Olivos. Le dio el olivo en una clarísima muestra de violencia de género.

Luego fue el padre heroico que negó el asesinato de su hijo. El fundante del fascismo es, a mi criterio, la hegemonía absoluta y total de la jerarquía. El orden jerárquico entroniza la naturaleza en la cultura, transformando a ésta en cultura represora. En forma simultánea y paradojal, el Poder construirá formidables mecanismos de encubrimiento y desmentida de ese Orden Jerárquico. Por ejemplo: dirá “Presidente” cuando en realidad es un Conductor. Un Mesías diabólico. Un anti cristo secundado por multiplicidad de falsos profetas. Temiendo los anatemas de amigos y los insultos de enemigos, el Orden Jerárquico dirá Primer Trabajador. De la noche a la mañana. Sin beneficio de inventario.

Otra de las invenciones del fascismo de consorcio es hacer abstracto lo material y hacer material lo abstracto. Eva Perón fue consagrada como “Jefa Espiritual de la Nación”, pero el Poder prohibió que fuera la vice presidenta material de la República. Por su anatema, tan lacerante como el de la Malinche, el peronismo no será. Es decir: no será materialidad revolucionaria, aunque pueda sostenerse como abstracción reaccionaria.

Algunos llaman a esto “capitalismo serio”, que en forma simultánea y paradojal fue desmentido como “y derechos humanos”. La cena está servida y el almuerzo también. Cuando la Presidenta dice que la democracia está en deuda con la reforma, maquillaje o tapadera de los servicios de espionaje del Estado (ya dije que llamar a eso inteligencia es una ofensa a la inteligencia, incluso la del pensamiento nacional) coloca en el mismo container a la democracia en pañales de Alfonsín con la década ganada del kirchnerismo. Aunque para mí el presidente que derrotó al peronismo no proscripto no es el padre de la democracia, al menos lo considero un tío o un buen padrastro, debo recordar que tenía como enemigos totales a la Iglesia (ley de divorcio), a la CGT (ley Mucci derrotada por pocos votos), a las Fuerzas Armadas (heridas y rencorosas por la Conadep y el Juicio a los Comandantes). Nunca tuvo Poder para intervenir en el bastión más poderoso del fascismo de consorcio que son los Servicios de Espionaje Ilegal.

La denominada “voluntad política” de Menem a la actualidad siempre estuvo ausente para pulverizar la guarida de las fieras que sostienen todo fascismo, incluso el de consorcio.

Con dolor acepto que del suicidio de Lisandro de la Torre a la muerte del fiscal Nisman se abre un abismo donde se hunden la ética, la dignidad y la decencia. El fiscal que nunca conocí fue asesinado, aunque fuera por él mismo. Los suicidios de los personajes que se creen heroicos, salvadores de la patria aunque la estén destruyendo, tienen otro montaje. Otra escenografía. Como en el mundo de las apariencias de la cultura represora las apariencias no engañan, el fiscal pudo tener un delirio fantástico. Quizá un delirio de consorcio, sin llegar a la desmesura de una parafrenia.

Insisto: hablo de aquello que del fiscal me llega tanto por medios oficiales cuanto opositores. Las denuncias sin fundamento, las enormes epopeyas del héroe individual, abren duda razonable sobre el pasaje de pensamiento a idea delirante.

Pero esto no es el final, sino el principio de nuestra tragedia. Porque todo delirio tiene un núcleo de verdad. Entonces el problema, que puede ser dilema, es cuál es el núcleo de verdad del delirio del fiscal.

Yo señalo algunos: el pacto perverso entre los integrantes de la SIE que no pudo desarmar Beliz en los comienzos de la década; el memorando de entendimiento cuya discusión fue empantanada por la sordera del oficialismo; la ley antiterrorista; el proyecto X; la designación de Milani; la represión armada de la protesta social; el exterminio de pueblos originarios; el hambre, otro crimen de lesa humanidad; las desapariciones negadas en democracia; las masacres maquilladas de accidentes o tragedias; la resaca reaccionaria que no había sido conmovida ni controlada ni menos sancionada.

Estas cosas y otras muchas pudieron decantar en una certeza: entre bueyes fachos hay cornadas. Y como un Quijote al revés, hizo una denuncia de pago grande desde una mente pequeña. La única forma de desarmar la denuncia delirante era exponerla a la luz del sol, o al menos, del Congreso. Pienso que la muerte de Nisman, en cualquiera de sus variantes que en realidad es una sola, es un acto fallido del Poder. La negligencia absoluta es una forma de culpabilidad. Acto fallido porque no se planificó la muerte, pero tampoco se garantizó la vida. Hay un inconsciente político que habitualmente el Poder desprecia. Pero que lo perfora con o sin anestesia.

La Presidenta hablando desde su silla de ruedas, exponiendo la fractura como razón de estado, no es una impostura. Es un diagnóstico institucional. El Poder está quebrado. Seguirá caminando, incluso puede llegar primero a la meta, porque compite con muchos lisiados políticos. Demasiados del mismo palo que ahora no sirven ni para astillas. Lo jurídico será un laberinto donde nos espera el minotauro de los burócratas. Sugiero no entrar. El único análisis es político. No debe importar qué es peor o qué es mejor: la SIDE o Milani. Ni vampiros ni hombres lobo. La democracia dejará de ser un sticker.

Permitir que el fascismo de consorcio administre esta situación, es darles el tiempo que necesitan para curar la fractura. La calesita, la puerta giratoria, eso que denominan la democrática alternancia en el poder, es una de las más poderosas estafas. El Poder sabe cambiar el pasado para modelar un futuro de muerte. Todas las izquierdas todas, clasistas, anticapitalistas y anti imperialistas, con los tapones y botines de punta, construirán un futuro de vida, sin cambiar el pasado. El arma de las izquierdas es la memoria histórica y nunca más, ninguna sangre que fue derramada, será nuevamente negociada.

 Edición: 2856


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