Al gran pueblo argentino ataúd

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Por Alfredo Grande

(APe).- ¿Serán felices los que mueren contentos porque imaginan haber batido al enemigo? El sargento Cabral murió contento, pero no creo que feliz. En estos 12 años ¿qué enemigos de la Patria han sido abatidos? Un ejercicio interesante podría ser, como en el arcaico juego de la batalla naval, hacer la lista de los averiados y de los hundidos. Más allá del mal humor confrontativo atribuido al tándem Néstor – Cristina, no hubo hundidos en los grandes acorazados de las empresas oligopólicas transnacionales. Algún velerito perdido, alguna canoa pequeña, quizá haya zozobrado. Varios mantuvieron la línea de flotación y no pocas llegaron a buen puerto. Me refiero a las pymes que obtuvieron beneficios del consumo interno y de los cerrojos a la importación.

 

Lo que se denominó “viento de cola” en realidad fue “viento de soja”. Precios internacionales que como las obscuras golondrinas, ya no volverán, permitieron diversos festivales financieros. Algunos llamaron a estas coyunturas superávit comercial y tributario. Sin embargo, algo extraño sucedió camino al foro, y la etapa superior del kirchnerismo no pudo advenir. No por el triunfo de Macri, sino por el fracaso al nominar a Scioli. Apostar a la derecha nacional y endeblemente popular, y además perder, es un real catastrófico político y cultural.

La respuesta del vómito propuesta por Páez ante el triunfo del PRO en la ciudad de Buenos Aires, no puede ser administrada a escala nacional. Repudiar al electorado gorila, burgués, reaccionario de la reina del Plata, no admite pasar al percentil de todas las provincias que se alucinaron con el mandato represor: cambiemos. Además, el fascismo de consorcio del PRO sabe administrar anti vomitivos y anti nauseosos. Con el agravante de que muchos que suplicaban votar a Daniel el Tranquilo, recomendaban taparse la nariz, la boca, los ojos, pero votarlo.

El balotaje impregnado de aguas servidas y desechos cloacales obligaba a ir a votar con el DNI y Lisoform. El peronismo, como todo movimiento de masas, tiene talón y pantorrillas de Aquiles. El movimiento peronista se mueve pero siempre alrededor de un solo eje: el líder de turno. A veces turno completo, a veces turno parcial. Ese liderazgo toma las características de un liderazgo mesiánico: del líder todo se espera. Del líder todo llegará. Absoluta jerarquía: al líder no se lo discute. Ni se lo critica. Es más simple: se lo obedece. Y se lo “alá ba”. La desobediencia es herejía. Y el castigo es ejemplar y para dar el ejemplo.

“De jóvenes algo, de trabajadores poco, de peronistas nada” dijo el ministro Ricardo Otero sobre la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) como eco de la voz del General. No se trata de ponderar virtudes o de reprochar defectos. Pensamiento crítico mediante, de lo que todavía se trata es de realizar un profundo análisis de los mecanismos de producción de subjetividad política y social que el peronismo propicia.

Trazamos un arco desde el 1945 con ese acontecimiento cultural, político y social que plasmó en el 17 de octubre, pasando por la candidatura de Luder - Bittel, luego bautizados como mariscales de la derrota. Luego Menem y la destrucción de la industria nacional y el ascenso de Daniel el Tranquilo como secretario de Turismo, no en vano bautizado como la industria sin chimeneas. Luego Duhalde, que le puso un cerrojo a la pueblada del 2001. Y entonces la década ganada vino a sostener la imperiosa necesidad de contener futuras puebladas.

El genocidio de Darío y Maxi por el delito de luchar por vida digna, marcó el final de toda esperanza de que el gran garrote pudiera sostener la gobernabilidad. Pequeños garrotes, disfrazados de políticas sociales y seudo distributivas, ocuparon su lugar. El Estado como un Padre Padrone es el mayor empleador de la Nación. Y las sobras de lujuriosos banquetes camuflados de asignaciones y subsidios completaron los asistencialismos y clientelismos que supimos conseguir.

La derecha estructural tuvo sus cosquillas y pequeños espasmos. Algunos llamaron a esto “la 125”. Pero la ley de entidades financieras nos remonta más allá de los 90. Es la herencia maldita de la dictadura genocida. Las clases trabajadores, los militantes sociales, los luchadores políticos que no se congelan en cargos y funcionariatos, tienen la insoportable pesadez de varias herencias malditas. Herencias que dejaron los de afuera y herencias que dejaron los de adentro.

También hay demasiados hechos malditos del país no burgués. Masacres, costo social del ajuste, los inviernos que había que pasar y nunca pasaron, las mega devaluaciones, las estafas culturales y políticas, no han conmovido la matriz reaccionaria y explotadora de la economía nacional. Que nunca fue popular, a menos que llamemos popular a las sobras, que incluso pueden ser abundantes, de los más abundantes banquetes. Algunos llaman a esto distribución de la riqueza. Pero la cuestión de fondo no es intentar distribuir la riqueza sino impedir que se acumule. Misión imposible dentro del marco de la legalidad burguesa donde la propiedad privada es un sacramento. La inmaculada concepción de la propiedad, ocultando su origen fraudulento.

De lo único que los escribanos no dan fe, es de certificar que toda propiedad privada es un robo, como nos enseñaron los anarquistas. Por eso el tema del traspaso de mando, de los ornamentos del poder, es lo que se llama “un desplazamiento al detalle”. A lo nimio, a lo superficial. Lo fundante no se toca. Podrá pasar el Frente para la Victoria, podrá llegar Cambiemos. La fama y la partidocracia representativa liberal es puro cuento.

Pero en más de 30 años de democracia, los tres Partidos que cada vez están más Unidos son: el Partido Militar, el Clerical y el Empresarial. Esta diabólica trinidad que nos somete mientras dice que nos gobierna. Que nos enferma mientras dice que nos cura. Que nos pone en peligro mientras dice que nos cuida. No hay un Pueblo que contenga a todos los pueblos.

Las luchas por la liberación política, económica y social volverán a estar en la superficie. Las anestesias democráticas empezarán a disiparse. La unión en la diversidad, la unión en las luchas, la unión en las decisiones. No busquemos Unidad que siempre conduce a las Jerarquías represoras.

El Pueblo Unido puede ser vencido y lo ha sido demasiadas veces. En la unión está nuestra fuerza y quizá también nuestro poder. La salud es resistir al represor, nunca resistir el deseo.

El mandato de la cultura represora podrá ser subvertido y de nosotros depende que para los pueblos que en la Argentina habitan, su destino no sea un prematuro ataúd.

Edición: 3067


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