La siembra de Montaldo

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(APe).- Esperó que Jesús naciera, como cada diciembre, y después murió. Tal vez para no dejar en tanto desamparo a los niños de Ludueña. A la gente anónima y olvidada de ese barrio al que le fue entregando su vida de a retazos hasta que no le quedó propio más que el amor incontable por los descartados del mundo. Edgardo Montaldo se ordenó sacerdote en 1958 pero él contabilizó esos años a partir del 1968, cuando se comprometió para siempre con Ludueña, el barrio de Rosario donde tantos pibes murieron en manos del estado, de la droga, de la propia sociedad que suele defenderse de aquellos a quienes hay que defender.

Por Ludueña, por su mesa y por su pan pasaron miles de jóvenes que alimentaron una utopía que no se muere con él. El comedor donde Pocho Lepratti (ex seminarista) cayó por gritar que bajaran las armas porque allí sólo había niños comiendo, era parte de ese proyecto que seguramente arderá en los herederos de la misma barriada.

“Barrio Ludueña es el profundo y lejano noroeste rosarino. Allí, desde hace medio siglo, el sacerdote Edgardo Montaldo viene inventando escuelas, comedores y esperanzas. Pero en el último cuarto de siglo comenzó a darse cuenta del poder destructivo del negocio paraestatal del narcotráfico”, escribió Carlos Del Frade para esta agencia. “Cuando todavía no habían terminado los años ochenta, cuando comenzaba a multiplicarse la desocupación y empezaba a construirse el agujero negro de la ausencia de trabajo en el barrio, Montaldo advirtió a todo aquel que quisiera escucharlo que las pibas y los pibes empezaban a matarse por encontrar un lugarcito en la cadena de comercialización de la droga. Lo premiaron y reconocieron varias veces al cura Montaldo desde las administraciones provinciales y municipales pero nunca lo escucharon”.

Montaldo fue un referente de enorme importancia para el Movimiento Nacional Chicos del Pueblo. Por su comedor popular pasó la gran marcha de 2001 y entre el chocolate caliente y las golosinas él se definió como "el cura del barrio, porque la iglesia es todo el barrio y el templo son las personas".

Relataba en APe Carlos Del Frade “la pelea desde hace más de cuarenta años” del cura salesiano. “A fines de los 90 describía el paisaje humano: ‘Desde muy chicos los introducen en la droga. No hace falta que dejen la escuela para acercarse a ella. Acá en el barrio hay una “Yabrán” femenina. A veces la veo pasar aquí al lado de la vía acompañada de pibas y pibes a las doce o una de la mañana y vuelven a las cuatro o cinco. Lleva prostitución a domicilio. Hace poco le incendiaron la casa y tuvo el coraje de venir a pedir que le hiciera una nota a la municipalidad para que le reconstruyera la casa. El porcentaje de chicos en la droga se va agrandando cada vez más’, denunció Montaldo”.

Cuando una pedrada colosal agujereó los techos del barrio, el comedor se llenó de goteras. Y los pibes comían bajo la lluvia aun debajo del techo. Hubo subsidios provinciales para todos. Menos para el comedor de Montaldo. Tanto se indignó que le tomó un ACV. Pero ni siquiera terminó la rehabilitación porque la gente olvidada de todo olvido lo necesitaba.

El sacerdote, que desde fines de los años sesenta decidió “pelear contra la crucificadores del sistema”, le decía a Del Frade que “la droga estaba haciendo matar a los pibes entre sí con la mirada cómplice de la policía”.

Los crucificadores están en pie. Y los barrabases posiblemente sigan siendo los elegidos de la sociedad. Los mercaderes están en el templo fuertes como nunca. Pero por debajo de la tierra andan los olvidados construyendo cimientos. Los descartados haciendo raíz. Y ahí está Montaldo. Con Jesús otra vez nacido para asomar un día y empezar a cambiarlo todo de una vez.

Edición: 3301


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