El Pájaro, cuatro años después

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Por Carlos Del Frade

(APe).- -Cada vez queda más claro que no había que matar al Pájaro…-dice una de las voces más conocedoras de la violencia que impera en los barrios empobrecidos del Gran Rosario. Esa consecuencia del negocio de las armas que se traga la vida, especialmente, de pibes menores de veinticinco años.

El 26 de mayo de 2017 se cumplirán cuatro años del asesinato de Claudio “el Pájaro” Cantero, el reconocido jefe de la banda de distribución mayorista de cocaína y marihuana más importante, hasta 2015, del sur de la provincia de Santa Fe.

-En el Barrio Las Flores cerraron todo a las 13.30 del jueves…Hay mucho miedo…-decía un vecino, en aquellos días finales de mayo de 2013, al describir la situación de uno de los barrios más estigmatizados del sur rosarino desde los saqueos de 1989. Algo parecido sucedía en el barrio San Lorenzo, ex La Granada, el patio trasero del monumental casino de Cristóbal López que no para de ganar dinero de las mayorías que sueñan algo más que empatarle al fin de mes.

Entre la madrugada del domingo 26 y el martes 28 de mayo, cuatro muchachos fueron asesinados, todos menores de 35 años y habitantes de la región fronteriza entre la cuna de la bandera y Villa Gobernador Gálvez.

-Abrieron las puertas del infierno y no saben cómo cerrarla – sostuvo una persona vinculada a Claudio Ariel “El Pájaro” Cantero, líder de la banda conocida como “Los Monos”, surgida entre las urgencias sociales y existenciales de los ya nombrados barrios La Granada y Las Flores, cuando la desocupación hizo estragos y hasta surgió el mote de rosarinos comegatos.

“Los Monos” se convirtieron gracias a diferentes complicidades políticas, policiales y judiciales en el primer grupo narco de la ex ciudad obrera. Un negocio que, según papeles presentados por dos secretarías nacionales, maneja nada menos que dos mil millones de pesos anuales contra un presupuesto municipal de 2.600 millones de pesos pero para atender las necesidades mínimas de un millón de personas. Esa es la monumental dimensión del negocio y el por qué tantas voluntades compradas. El Pájaro tenía solamente 29 años. La venganza no se hizo esperar.

El lunes al mediodía, Diego Demarre, de solamente 32 años, propietario del boliche ubicado en Villa Gobernador Gálvez, “Infinity Night”, donde fue emboscado Cantero, fue fusilado por ser el supuesto entregador. El martes a la tarde, a la salida de la escuela, en un ex barrio obrero, Marcelo Alomar, de 33 años y Nahuel César, de 24, fueron cosidos a balazos por balas ordenadas desde “Los Monos”. Por esas horas ya se hablaba de guerra narco en la “Barcelona Argentina”, donde el año pasado se multiplicó por dos veces y media la tasa de homicidios del país. Después, los días miércoles y jueves, los acusados de ser los matadores de Cantero salieron por las radios a decir que no fueron ellos. El viernes a la tarde, después de veinte allanamientos, el gobierno de la provincia informó que habían detenido a la madre de El Pájaro y a uno de sus hermanos. Estaban prófugos su padre, el creador del clan y el apodado “Guiye”, el principal socio. También cayó un policía infiltrado en la recientemente creada Secretaría de Delitos Peligrosos.

Cuatro años después, cuando en estos días aparezca la nueva convocatoria a los jugadores de la selección de fútbol de la Argentina, aparecerá Ever Banega, el muchacho que surgió del barrio Las Flores y que siempre volvió a la canchita de ese punto de la geografía rosarina para patear con sus viejos y nuevos amigos.

En esa canchita todavía se ve el mural dedicado al Pájaro, con una oración sacada del guión de “Ciudad de Dios”, la película brasileña que sintetiza la disputa de dos bandas narcos por el dominio de una favela.

"Yo te extrañaré, tenlo por seguro. Más comprendo que llegó tu tiempo. Que Dios te ha llamado para estar a su lado. Así él lo quiso, pero yo nunca pensé que doliera tanto", sostienen esos versos.

A cuatro años del asesinato, el miércoles 14 de junio dará inicio al juicio contra la banda. Casi cuatrocientos testigos y casi treinta imputados y procesados por los crímenes diversos atribuidos a la banda que creció de forma acelerada a partir del año 2007, tal como dice la causa judicial, cuando el actual gobernador de la provincia, Miguel Lifschitz, era el intendente de Rosario, ya convertida –para ese entonces, en ex ciudad obrera, industrial, ferroviaria y portuaria.

¿Quién mató al Pájaro Cantero?. Esa pregunta todavía no está respondida ni mucho menos.

Tampoco existe demasiada voluntad, ni política ni judicial, para saber quiénes lavaban el dinero que todas la semanas llegaba por millones a las mesas de los cabecillas de Los Monos.

Hay un consenso de clase sobre este punto: la maldad está solamente concentrada en los habitantes de los barrios humildes. Y eso es una fenomenal hipocresía. Los millones de pesos semanales que se recaudaban en decenas y decenas de puntos de venta de cocaína y marihuana de la ciudad, se licuaban en cuentas corrientes de empresarios, mutuales, mesas de dinero y casas de cambio del centro de la ciudad. De esos negocios poco se ha hablado en estos cuatro años.

También fue mínimo el debate en torno a la mirada complaciente del poder político local, provincial y nacional durante el desarrollo fenomenal de la banda. En la causa, de miles de folios, hay varias menciones a funcionarios de entonces y del presente pero las ganas de profundizar son anoréxicas.

Cuatro años después del asesinato del Pájaro, hay gendarmes, más policías y ya se votaron dos emergencias en seguridad en la provincia y la ciudad. Cientos de millones de pesos que no tienen nunca un pormenorizado detalle en qué se gastan.

Con la excusa del combate al narcotráfico y la violencia, las cajas se abultan y las licitaciones son pocas, casi todo se hace de acuerdo al arbitrio de los funcionarios de turno y compran equipos sofisticados que parecen resolver casi nada del agujero negro que se construyó en cada barrio rosarino cuando robaron el trabajo en blanco, estable y cercano. Hay más cámaras, drones y patrulleros, pero también hay más sustancias para los consumidores y los homicidios vinculados al narcotráfico continúan, demostrando que las mafias matan cuando quieren, mostrando la nueva vuelta de tuerca de los asesinatos, hay una dimensión cualitativa por encima de lo cuantitativo.

Cuatro años después del asesinato del Pájaro Cantero, la muerte joven de las pibas y los pibes sigue siendo parte del paisaje cotidiano rosarino, así como también el negocio impune del dinero lavado en el centro de la ciudad. Cuatro años después, las mafias de guante blanco siguen impunes.

Fuentes: Entrevistas del autor de la nota. “Ciudad blanca, crónica negra”, libro del también autor de la nota.

Edición: 3351

 


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