ANSeS y los inviables

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Por Silvana Melo
 

(APe).- Para que cierre, el círculo sistémico necesita sacudirse el excedente. Recortar lo inviable. Cerrar los puentes levadizos para que miren desde afuera los que no aportan para sostener el escenario de los vivos, los decididores y los propietarios. En la intemperie urdida hay 5.600.000 chicos pobres, un millón y medio con hambre. Y un 90 % de los viejos sin recursos para la vida. Para colmo todos ellos –niños y viejos- dependen. Son profundamente subordinados a un estado que los incluye en el container del descarte.

Un estado que debería asegurarles salud –los dos extremos se enferman más que el resto- subsidiarles la fragilidad –ni unos ni otros están en condiciones de trabajar, de producir para el sistema- garantizarles el alimento –ambos, en su crecimiento-decrecimiento, demandan buenos nutrientes- y tramarles un espacio de disfrute. Pero las pautas del mercado declaran soberanamente la inviabilidad –por caros, por no rentables- de los viejos y los chicos. Y su cesantía de las cosas bellas de la vida. Especialmente para los viejos, porque los niños tienen aún la mínima prerrogativa del futuro, de ser una chispa de porvenir que se puede disciplinar. Los viejos tienen el descaro de ser pasado. Y no más.

El estado, que es éste, el que se endeuda a cien años con una tasa altísima, el que pacta con las multinacionales que vuelan los cerros, arrancan las vísceras más valiosas de la tierra y envenenan los restos –sea bajo el gobierno que sea-, el que incluye y el que excluye, el que decide quién sí y quién no, suele ser cíclicamente más compasivo. Por un rato subsidia el abandono para que no parezca abandono. Después arranca cualquier piedad como maleza. O la fumiga con round up.

Es ahora ese tiempo.

Cuando el estado cachea a jubilados y pensionados para comprobar si esconden un fraude. Y por las dudas les quitan el beneficio como a la campera para revisarla. Y los dejan desnudos en la escarcha.

La aparición de una leyenda mínima en los recibos de cobro de pensionad@s por viudez es otra herramienta de Economía para recortar un déficit fiscal engordado por los inviables. En un ticket con letra débil, que con los días va languideciendo, se exige revalidar la data histórica del beneficiario y del origen del beneficio. Es decir, documentos que certifiquen que el inviable vivió, sufrió y amó con la persona que ahora está muerta y por la que recibe 6.000 pesos. Y, además, la prueba de que esa persona realmente murió. El plazo son sesenta días y, en algunos recibos, se suma la amenaza de la baja de la pensión. Cuyo cobro sitúa al cesanteado en la indigencia pero la virtual pérdida lo asoma a las puertas de la tragedia.

El extremo final del descarte suele no ver bien. Y a veces le cuesta comprender. Le dicen que llame al 130. Donde jamás atiende nadie. Donde le proponen 10 números para digitar según el trámite pero el suyo nunca está incluido. Donde una voz grabada le aconseja que entre en el sitio web. Cuyos mecanismos son cosa de otro mundo y otro tiempo. Entonces va a ANSeS, si le dan las piernas. Le dicen qué papeles tiene que conseguir. Y cuánto cuestan si no los tienen.

Entonces en la radio habla un burócrata de un estado impiadoso, que explica que en realidad ANSeS necesita digitalizar sus papeles. Y como da un poco de trabajo buscarlos en el archivo prefieren movilizar a la masa de remanentes de un tiempo mejor. Para que un aporte los vuelva un poco menos deficitarios.

Los inviables, justamente por inviables, dejaron de merecer medicamentos al ciento por ciento, cuando se descuidan les reducen el porcentaje del aumento de marzo y setiembre, le recargan las tarifas, les encarecen los alimentos, les quitan las pensiones si son discapacitados o madres de siete hijos, l@s hacen movilizar a puro terror si son viud@s y están sol@s.

Como a los chicos, los amontonan en una vida baldía, meros espectadores de lo que sucede, empapados por una lluvia que no deciden. Muertos de frío por un invierno que no eligieron.

Inviables.

 

Edición: 3379

 


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