En Lanús, se muere de oscuridad

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Por Silvana Melo

(APe).- Hay una ciudad en Buenos Aires donde los chicos se mueren de oscuridad. Se mueren porque no hay luz. Y si no hay luz tampoco hay agua. Entonces cuando la vela, que alumbra apenas un círculo de esa desgracia, se cae, mientras duermen, enciende todo alrededor. Porque hay nailon en el piso, madera en la pared y cartón en la puerta. Y el fuego, famélico siempre como los pibes cuando van creciendo, se devora casas, niños y perros. Y sigue con hambre. Porque tampoco hay agua a la hora de apagar el fuego. Y así se muere en los barrios de Lanús: de oscuridad y de canillas de gota avara.

Cuando Alexis murió hacía cuatro días que pateaba en los tobillos a la muerte. Hasta que se lo llevó, iluminándose con la misma vela que aquella maldita madrugada incendió la casilla y abrasó los cuerpos de Daniel, de 14 y su tío, de 41. Y él se quedó un rato más en la vida. En llamas y estragado por todas las uñas del estado.

Edesur es la empresa que está obligada a dar la luz. Pero hay gente marcada con cruces rojas en las planillas del estado. Son números tachados. Viven en villas, en asentamientos, por la ribera del Riachuelo. Y no existen. Respiran el río denso que ni siquiera sirve para apagar a baldazos los fuegos alimentados a niños en Lanús. Porque es una pasta histórica de desechos de curtiembres, de metales pesados y residuos químicos de miles de industrias, de cloacas de medio conurbano, de veneno y abandono.

A siete se devoró el fuego en junio. Seis niños y un adulto. EDESUR corta la electricidad en Lanús. Y no sólo en el verano, cuando el calor arrasa. También en invierno, cuando hace mucho frío y las tardes son tan escasas que a las seis ya cae la noche. Y si no hay luz la vida se vuelve un agujero anónimo y desclasado. Como el estado considera a los vecinos de Caraza.

Por eso se amontonaron en las puertas de Edesur. Y caminaron hasta la sede municipal. Eran más de 400 pero nadie los vio. Porque son invisibles. Y mientras cerraban las listas para unas PASO que no habrá y que son un trámite lejano e inútil para los vecinos de la ribera, ellos se agolpaban en las puertas de Edesur para pedirle luz. Y les decían que era el municipio y en el municipio, que es Edesur. Que si la luz falta una cuadra afuera es Edesur y si falta dentro del barrio, en esa boca de lobo feroz donde les tocó vivir, es el Municipio. Entonces iban y entonces venían sin una pizca de respeto que, aunque sea, les colocara un candil en la dignidad.

Diez días atrás en el barrio ACUBA murieron dos mellizas de siete años, Elunei y Mia, y Zoe y Luana, de 4 y 2. Culpar a la vela que les alumbró la noche precoz sería injusto. La culpa es la falta de luz, la ausencia de transformadores y esa única alternativa que es colgarse del cablerío. Preso debería ir el estado. Con los pibes que sobreviven a las velas feroces de Lanús y terminan bajo el fuego cruzado del sistema. Preso por siete muertes de junio. Y tantas anteriores que ya prescribieron.

En una reacción mecánica, aplicada al fuego y a la inundación, a la muerte y a la tormenta, el estado pasó con el botón en modo asistencial y tiró alimentos y chapas para las familias. Pero seguirán a oscuras. Y si aparece el fuego, volverán a abrir canillas secas. Y si tiene que entrar la ambulancia, será otra vez la boca del lobo la que la reciba como una amenaza.

En Lanús los chicos mueren de oscuridad. Los tachan de los listados oficiales. Y escriben otros nombres en su lugar. Anónimos. Invisibles todos.

Edición: 3383

 


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