Las espaldas del niño año

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Por Silvana Melo
   (APe).- Al día tres del nacimiento, el niño 2019 llega grabado en su espalda. Para verle los estigmas a lo largo de su transcurso. Tatús del hambre, la muerte y el ultraje como para empezar. Y para que esté a la vista qué no. Qué no más. Para qué todos los nuncas que podremos sembrar. Y colgárselos como sambenitos del cuello. De un año amenazante que acaba de nacer.

Un millón y medio de niños con hambre lleva tatuados entre los omóplatos. Para que los veamos un mes, dos meses, doce. Cuando haya campañas, cuando se ofrezcan en vidriera los que se ofrecen, cuando sean tan falaces como siempre, cuando manden a matar pero sonrientes. Cuando delineen los vectores del hambre, pero envenenando los alimentos. Que los cereales, la fruta y la miel suficientes para el banquete de 400 millones no alcancen nunca para nutrir a un millón y medio de niños que pasan hambre. En esta tierra. Donde las semillas crecen en las banquinas. Y los pájaros caen intoxicados del cielo.

En un año los niños y adolescentes que sintieron hambre y no tuvieron con qué saciarla aumentó 3,4 puntos. Son casi 500 mil más. El 13 por ciento. La mitad de los menores de 17 años son pobres. Y no es necesario que sean hambrientos. Son pobres porque están condenados. Exiliados en un suburbio del que no saldrán en su vida. Carecen de un capital social, cultural, de rebeldía, para romper el techo de un cabezazo y volar al cielo siguiente. Están descartados para que no se vean. En los zócalos del sistema.

En medio de la espalda, del niño 2019 cuelgan las 22 horas que separan a cada muerto por la facilidad del gatillo que concedieron las instituciones. Dice la Correpi que disparar por la espalda a cualquier objeto que cualquier lobo considere en fuga, es la herramienta más eficaz para la eliminación.

Que se cuiden los niños que queden vivos.

Porque la creatividad para los instrumentos de exterminio brillará en este tránsito.

Cuando habrá que votar mil veces para elegir nada.

Habrá que recoger las flores del hambre y los tallos de las horas que separan un muerto de otro. Y plantarlos en un huerto nuevo, fertilizado con la rabia y los retazos de futuro que se puedan salvar.

Entonces habrá brotes verdes que no serán los de Dujovne. Serán los de los invisibles, que un día se ven.

Y entonces.

Edición: 3785


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