Bolsonaro y la nueva invasión, 325 años después

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Por Carlos Del Frade

(APe).- Hace mucho que se han apagado los ladridos de la jauría y las trompetas de los cazadores de esclavos. El fugitivo atraviesa el pajonal, pajas bravas más altas que él, y corre hacia el río. Se arroja en el pasto, boca abajo, brazos abiertos, piernas abiertas. Escucha voces cómplices de grillos y cigarras y ranitas. «No soy una cosa. Mí historia no es la historia de las cosas.» Besa la tierra, la muerde.

«He sacado el píe de la trampa. No soy una cosa.» Pega su cuerpo desnudo a la tierra mojada por el relente y escucha el rumor de las plantitas que atraviesan la tierra, ganosas de nacer. Está loco de hambre y por primera vez el hambre le da alegría. Tiene el cuerpo todo atravesado de tajos y no los siente. Se vuelve hacia el cielo, como abrazándolo. La luna se remonta y fulgura y lo golpea, violentos golpes de luz, ramalazos de luz de la luna llena y las estrellas jugosas, y él se alza y busca rumbo.

Ahora, hacia la selva. Ahora, hacia los grandes abanicos verdes.

—¿Tú también vas a Palmares? —pregunta el fugitivo a la hormiga que le anda por la mano, y le pide:

—Guíame.

Eduardo Galeano, “1663. Orillas del río Paraíba”, en el libro “Los nacimientos”, de la trilogía “Memorias del fuego”.

El hermoso texto remite a la primera gran experiencia libertaria en América, los quilombos de Los Palmares.

Mujeres y hombres negros que escapaban de los latifundios y la esclavitud. Venían de todas partes y a ninguna de ellas, a ninguno de ellos se rechazaba. El origen de Brasil. El origen del sueño colectivo inconcluso de la igualdad.

El 12 de enero se cumplieron 325 años de la llegada de 6.500 hombres pagados por Portugal, Holanda y esclavistas para someter semejante rebeldía, semejante dignidad. La resistencia seguiría hasta el 6 de febrero de aquel año. Pero la memoria llega al presente para cuestionarlo de raíz.

El 9 de enero de 2019, el nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, decidió retirar al país del protocolo migratorio de las Naciones Unidas.

Todo lo contrario a lo que hacía Zumbí, el gran referente de aquella dignidad de los quilombos de Los Palmares.

“El quilombo de Palmarés tenía una extensión de 7.500 kilómetros cuadrados y estaba situado en la costa brasileña entre Recife y Salvador de Bahía . En ese extenso territorio florecieron los poblados de Macaco con 8.000 habitantes, Amaru con 5.000 vecinos y otras fundaciones menores entre las que se destacaron Tabocos, Zumbi, Osenga, Acotirone y Andalaquituche.

En su mejor época, Palmarés llegó a albergar 30.000 personas de civilización Congo-Angola y de otras culturas del África subsahariana. Palmarés fue una zona rica con todo tipo de cultivos y productos artesanales que los quilombolos, o vecinos del quilombo, comercializaron con los colonos y con las tribus indígenas vecinas”, cuenta el investigador Alfredo Cardona Tobón.

Agrega que el quilombo de Palmarés “fue la primera nación negra en América; resistió durante 126 años los embates de sus enemigos. Con la muerte de Zumbi, desapareció el quilombo y sus habitantes se diluyeron en las grandes estancias azucareras como esclavos o como peones, o emigraron a las ciudades brasileñas a engrosar los cinturones de miseria”.

A 325 años del inicio de la última invasión que quería desterrar cualquier ilusión de solidaridad entre seres humanos, el presidente de Brasil repite aquella lógica contraria a la fraternidad.

-Brasil es un estado soberano para decidir si acepta o no a migrantes. Quien por ventura venga aquí deberá estar sujeto a nuestras leyes, reglas y costumbres, además de tener que cantar nuestro himno y respetar nuestra cultura…No será cualquiera que entre en nuestra casa ni será cualquiera que entre en Brasil a través de un pacto adoptado por terceros – sostuvo el presidente a través de su cuenta en twitter.

El Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular fue suscrito en la Asamblea General de la ONU y unos 152 países miembros, incluido Brasil, lo firmaron. El acuerdo de la ONU, no vinculante, aborda la protección de las personas que migran, cómo integrarlas en nuevos países y cómo devolverlas a sus países de origen. El pacto fue aprobado en julio de 2018 por todos los países miembro de la ONU excepto Estados Unidos.

Pero más allá de los que invadieron el quilombo en 1694 y las decisiones de Bolsonaro, los pueblos, como el recuerdo y la dignidad de Zumbí, insistirán en su terca obsesión por la solidaridad, la igualdad y la fraternidad.

Edición: 3797

 

 


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