Más allá de los transgénicos

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Después de una nota del periodista Darío Aranda en Página 12 sobre los cultivos transgénicos, el diario publicó una opinión muy crítica de la científica Raquel Chan y cerró el debate con esta última mirada. Carlos Del Frade escribió para APe una postura muy contundente sobre la transgénesis.

Por Carlos del Frade

(APe).- Mientras se persigue a los extranjeros, las pibas y los pibes de quince y quieren crear una fuerza paramilitar de diez mil civiles en la Argentina que bien sabe lo que fueron la Liga Patriótica y la Triple A, coincido con la doctora Raquel Chan que no hay que acusar de mala palabra a los transgénicos ni mucho menos desfinanciar la ciencia y la investigación, hechos que, prontamente, se profundizarán en estos oscuros y peligrosos días de Mauricio Macri y Jair Bolsonaro.

Desde la investigación periodística y la militancia social y política, simplemente quiero compartir la experiencia de recorrer hace treinta años la inmensa geografía de la provincia de Santa Fe, el segundo estado de la República.

Las postales del presente repiten la supuesta contradicción exagerada la realidad: en los departamentos del norte, los que besan la frontera con el Chaco, sequía, por un lado, justo al borde del Paraná, uno de los ríos más caudalosos del planeta y en el oeste, pegadito a Santiago del Estero, inundaciones. La naturaleza parece jugar a los feroces contrastes. La cuestión, doctora, es que no se trata de una consecuencia del cosmos, sino del fenomenal avance de la frontera agropecuaria impulsada por el sojalismo exacerbado, la nueva Forestal de los siglos veinte y veintiuno.

El desmonte ya supera el 80 por ciento en la provincia de Santa Fe, al mismo tiempo que el negocio de la venta de productos transgénicos junto a los venenos creció un mil por ciento en los últimos veinte años.

Hemos sido testigos, en cada uno de los 19 departamentos de la provincia, de la práctica cotidiana de este proceso impulsado no por la ciencia sino por las multinacionales que formatean la conciencia de pequeños, medianos y grandes productores a los tiempos que demanda su comercio. El resultado se ve en la enfermedad del medio ambiente y el deterioro en la salud humana.

“No hay vuelta atrás”, dice usted en su artículo del 8 de enero. Coincido. El presente y el futuro nos preocupa. Queremos investigación, ciencia, producción, tierra, ecosistema, salud para todas y todos pero con igualdad y sin perversiones a favor de muy pocos.

Recientemente el gobierno de Andrés Manuel López Obrador informó que no sembrará semillas transgénicas. Lo hizo a través de Víctor Villalobos, propuesto como titular de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).

“No se van a sembrar semillas transgénicas en este gobierno (...) lo que vamos a hacer es, como hay una necesidad de incrementar la producción y como hay una oferta tecnológica suficiente para poder producir lo que estamos importando, lo vamos a hacer con herramientas tecnológicas convencionales”, declaró. Villalobos dijo, además, que con el fin de lograr la autosuficiencia alimentaria de México.

Hoy, doctora Chan, la Argentina desmanteló el SENASA y por los puertos argentinos entra y sale cualquier cosa. El 20 de diciembre ingresó gas fosfina en la terminal de Bajo La Alumbrera, en Puerto General San Martín, por donde sale el 70 por ciento de la producción argentina. Y el 27 de octubre de 2017, salió una tonelada de cocaína por el puerto de Bahía Blanca rumbo a Ontario, en Canadá.

Por su parte, la constitución de la CONABIA parece responder, como sucedía en los años treinta, más a los intereses de las multinacionales que de la ciencia, la investigación y la tecnología argentinas.

La palabra transgénico no es el problema, sino la política de concentración y extranjerización económica que produce sequías, inundaciones, enfermedades y desprecio por un desarrollo autónomo acorde a las necesidades y sueños de las grandes mayorías.

Edición: 3799

 


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