Los porfiados de la comunidad rebelde

|

Por Carlos del Frade

(APe).- -Con esos tablones quiero hacerle una cama a una familia que hace unos días está en la calle porque se le quemó el rancho – dice uno de los veinte muchachos que junto a otras tantas pibas conformaron el taller de carpintería de “Comunidad Rebelde”, verdadera postal existencial y colectiva de esperanza en medio de un territorio estragado como Villa Banana, en el oeste rosarino.

En los últimos tres años, chicos y chicas de “Comunidad Rebelde” enfrentaron a los narcos y policías corruptos y no la pasaron bien. Alguno de ellos se tuvo que ir del barrio pero siguió soñando con música, colores, trabajo para las pibas y los pibes del barrio y hasta en equipos de fútbol mixto.

-Acá estamos – dice la piba. Orgullosa cuando cuenta que sus compañeras y amigas ya constituyeron un equipo de fútbol femenino al mismo tiempo que buscan comprar de manera conjunta para gambetear los efectos durísimos de los precios.

Venden empanadas y repisas recién salidas del flamante taller de carpintería, mientras escuchan cumbia e improvisan letras de hip hop con una facilidad extraordinaria.

Decidieron vivir y no regalarle la sonrisa a nadie.

Quieren ser mucho más que soldaditos. Quieren tener un trabajo generado por ellas y ellos mismos.

“Comunidad Rebelde” insiste en el corazón de Villa Banana. Volvió y creció a pesar de los tiros, las amenazas y las miradas cómplices para otro lado de parte de varias autoridades locales.

Celebran la reinauguración del centro comunitario en el mismo punto geográfico en el que, no hace mucho, vendían drogas de dudosa calidad.

Las chiquitas y los chiquitos se enganchan con juegos y talleres de hip hop y también con el fútbol mixto.

No hay resignación. La comunidad, de verdad, se hizo rebelde y, por lo tanto, portadora de esperanza en ese costado rosarino.

Hablan del futuro mientras apuran unos choris en el parrillero.

-Muchos laburábamos como trapitos en la zona de los boliches de moda pero nos sacaron mal. Nos apretaron mucho. Pero no nos quejamos. Siempre inventamos algún trabajito para rebuscar el mango – dice el joven abuelo que cuenta su propia historia de arquero de fútbol.

Ya hay varios equipos de las ligas de la ciudad que buscan a las chicas y los chicos de “Comunidad Rebelde”.

Sienten orgullo de pertenecer a una identidad que les da un segundo nombre.

Y aquel muchacho que empezó con la pelea, despareja y obstinada contra las bandas que crecieron gracias a la impunidad comprada, hoy está tranquilo y feliz.

-Soñamos con hacer de “Comunidad Rebelde” un lugar donde puedan surgir proyectos que le ayuden a la gente a vivir mejor. Nada más que eso. Hoy sentimos que lo estamos logrando de a poquito – dice mientras busca resucitar clavos usados que amanecen en ese territorio suturado de necesidades que es Villa Banana.

Hay alegría entre la muchachada.

Tienen poco pero se animaron, hace años, a pensar con sus propias cabezas y sentir con sus propios corazones.

Quisieron comprarlos, usarlos y hasta matarlos. Pero ellos siguen ahí y acaban de inaugurar su centro comunitario.

Mientras las noticias policiales siempre dan cuenta de algunas chicas y algunos chicos que dejaron de patear por estos pasillos, ellos insisten en que la vida no debe ser la propiedad privada de pocos.

En un costado de la ciudad de Rosario, mientras los balazos continúan, chicas y chicos muy jóvenes, inventan una respuesta colectiva y ponen en funcionamiento una esperanza para muchas y muchos.

“Comunidad Rebelde” está presente, remando contra corriente y apostando a la alegría y los sueños colectivos a pesar de los pesares.

Esto también forma parte de la realidad.

Fotos: Babiloni-K (Construyendo Comunidad Rebelde)

Edición: 3834


Suscribite

Suscribite al boletín semanal de la Agencia.

Sobre la fundación

Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.

Sobre la agencia

Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte