Escuela al acampar

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Por Alfredo Grande
  (APe).- Uno de mis aforismos dice: “la derecha siempre tiene razón, pero es una razón represora”. El alcalde de la ciudad de Buenos Aires se manifestó contrariado por la presencia de niños y niñas en el acampe de la semana pasada. Según su línea de razonamiento, obviamente despojada de todo sentimiento, era en la escuela donde debían estar. En esa parte tiene razón. Pero el colmillo represor aparece cuando exige que ir a la escuela es asistir a un edificio donde maestros y maestras intentan procesos de formación, integración e información, mientras tienen que luchar por sus propias condiciones de vida.

Lo que el alcalde jamás podrá entender, y no solamente porque no quiere entenderlo, sino porque no puede entenderlo, es que la escuela es una institución que desborda el corralito de cualquier edificio. En su extremo límite, no se trata de que las niñas y los niños vayan a la Escuela, sino de que la escuela vaya a ellos. Es lo que pasó en el acampe. La escuela de la lucha, porque sólo saben los que luchan, la escuela de la solidaridad, la escuela de la vida en comunidad¸ la escuela del bien común, la escuela de la unión entre generaciones, esa escuela fue el acampe.

Lo que al alcalde le resulta intolerable es que haya escuela por fuera de la armadura estatal y burocrática. La escuela del acampa fue autogestionaria. El objetivo era una protesta colectiva, no una queja colectiva. Fue una escuela de amor, de alegría, donde los derechos no se piden, sino que se ejercen. El alcalde no puede tolerar una escuela de ese tipo. Y mucho menos que niñas y niños saboreen el dulce sabor de esa lucha. Porque el peligro es que esa siembra fructifique en el denominado ciclo secundario y florezca en el ciclo universitario.

Todavía en los alcaldes de todos los tiempos resuenan las voces y combates de la reforma universitaria de 1918. Quizá esos luchadores que desde Córdoba irradiaron a toda Latinoamérica, tuvieron sus propios acampes.

El alcalde no está preocupado porque las niñas y los niños no van a la escuela. Su persecuta es que prefieran la escuela del acampe a la escuela que les ofrece desde el marco de la cultura represora. Por eso sus amenazas de sanciones económicas para los que justamente acampan por su situación económica de precariedad absoluta. Forma elegante de establecer otra forma de solución final.

Si la denominada población sobrante empezara a acampar y a marchar para nuevos acampes, cuando todo el país sea sólo acampe, entonces Argentina no estará paralizada. Cuando el país sea acampe, entonces, sólo entonces, empezará el movimiento.

Edición: 4092

 


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