La Masacre de Corrientes

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Por Alberto Morlachetti

(APE).- Los días y las noches convierten las calles en un árbol seco y desnudo del cual cuelgan unos frutos de brillo sombrío, duales, contradictorios, que han de ser probados si se quiere sentir los pulsos rápidos de la vida. Y el fruto gemelo que contiene los puñales de la muerte. Niños y jóvenes son apenas sobrevivientes, condenados -definitivamente- a perder el cielo en la tierra, encontrándose sus almitas en “pecado” reiterado porque nacieron para morir.

 

No importa que sean pueblo que huele a miel recién derramada. El racismo, la discriminación, la exclusión son retoños particularmente agudos y exacerbados, una especificación necesaria y monstruosa de las sociedades neoliberales. Castoriadis manifiesta que se trata de la aparente incapacidad de constituirse uno mismo sin excluir al otro y de la aparente incapacidad de excluir al otro, sin desvalorizarlo y, finalmente, sin odiarlo.

El jueves 12 de enero de este año son detenidos Matías Martínez de 16 años y Daniel Romero de 22 por la policía de Corrientes -hija de armas de la derecha genética- por "averiguación de antecedentes" y puestos en una celda junto con Ricardo Edgar Pared de 17 y con Hugo Escobar de 25 años en la Comisaría Séptima de la ciudad de Corrientes. Donde sufrieron vejaciones, palizas, torturas. Los policías sedientos cedían al impulso -como escribe Walsh- de machacar la sustancia humana.

El incendio -provocado- despertó el sábado 14 de enero a las 3.30 horas y se llevó la vida de Matías, Daniel y Ricardo. Los vecinos entraron a salvar a los pibes mientras los policías disparaban la muerte con rosas encendidas en el exacto corazón del pecho. Esos rostros plenos de belleza ya llevan las marcas del olvido que “los mete en un saco y los devuelve a la eternidad”.

El entusiasmo militante de las fuerzas de seguridad en las Masacres de Quilmes, Avellaneda, Santa Fe o Corrientes no indican un exceso ni un extravío de los policías. El mal absoluto no nace de los fracasos, sino de los logros de un sistema que excluye a la mayorías.

No comprenderán nada de esto ciertas gusaneras de mozos arribistas de América decía Vallejos, que buscan sustituir las viejas exclusiones de herejes y locos por la captura del extranjero o el marginado que les garantiza la ternura del Estado Mayor del sistema: El orden garantiza la inocencia.

Fuente de datos: Agencia de Comunicación Rodolfo Walsh 20-01-06 y Diario Clarín 27-01-06

 


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