La estrategia del hambre

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Por Alfredo Grande
  (APe).- Hemos descripto tres registros en los cuales se organizan los cuestionamientos, los enfrentamientos contra la cultura represora. La queja, la protesta y el combate. La queja siempre es individual. Incluso puede ser escrita, como el conocido “libro de quejas”. La protesta en una queja que se amplifica en una dimensión grupal. Aunque haya opinión en contrario, el denominado Acampe fue protesta. Lo que la cultura represora neutraliza es el combate. Todas las formas del combate.

Por eso el tabú de la guerra y se mantiene el mandato represor de tolerar con pacifismo exacerbado todo tipo de invasión. Incluso lingüística, ya que mientras seguimos diciendo que las Malvinas son argentinas, el idioma inglés viene marchando.

El malestar de la queja, la exasperación de la protesta, es inversamente proporcional a la intensidad del combate. En su extremo límite, la queja y la protesta pueden llegar, y habitualmente lo hacen, esterilizar la decisión del combate.
Hace algunos, imposible acordarme cuántos años, había una propaganda del Gobierno que decía: “No se queje sino se queja”. O sea: la cultura represora necesita la queja, de la misma manera que necesita al deporte para neutralizar la pasión de las multitudes en el deporte – industria.

María Cecilia Miguez en un resumen de un artículo escribe: “Este artículo desarrolla la hipótesis de que una de las dos corporaciones de los sectores dominantes más relevantes de la historia y la economía argentina, la Unión Industrial Argentina (UIA), y la Acción Coordinadora de Instituciones Empresarias Libres (ACIEL) contribuyeron a crear un clima destituyente a partir de sus críticas y presiones constantes. La vinculación de sus propuestas y de las políticas efectivamente aplicadas a partir de la dictadura militar de Juan Carlos Onganía da cuenta de lo que constituye un entramado de complicidad cívico-militar que posibilitó y facilitó el derrocamiento del presidente”.

Las corporaciones combatieron contra el presidente constitucional Arturo Ilia. Con la miserable excusa de la proscripción del partido peronista, sindicalistas y políticos apoyaron al dictador Onganía que proscribió a todos los partidos. La prensa canalla arremetió contra el presidente que intentaba saldar la “grieta” que empezó con la Contrarrevolución Fusiladora y siguió con el “golpe de estado” contra Frondizi.

Este hilo histórico es para señalar que, desde esos lejanos tiempos, la estrategia del hambre se fue perfeccionando. Niñas y niños son sujetos de derecho jurídico y sujetos de desecho biopsicosocial.

Cuando el Movimiento Nacional Chicos del Pueblo, cuyos máximos referentes fueron Alberto Morlachetti y el padre Carlitos Cajade, acuñaron el concepto de “sujeto político”, dan un paso definitivo para desalojar la queja y la protesta y abrir el espacio hacia el combate contra el sistema represor que organiza la estrategia del hambre.

Decir sujeto político es decir sujeto transformador. La niñez deja de ser receptora de ayuda (pocas y malas) de privilegios otorgados por gobiernos, de lágrimas de cocodrilo y suspiros de yacaré. La Marcha Nacional superó la queja, superó la protesta, y tuvo la marca del combate.

No es el momento, al menos no es mi momento, para hacer un profundo análisis de quienes desertaron de ese combate. Hoy la estrategia del hambre para neutralizar el combate se ha desplegado sin limitaciones. Si con hambre no se puede pensar, con hambre no se puede combatir. Porque pensar también es combatir. Pensamiento, que siempre es crítico, que siempre es confrontativo, que siempre es disruptivo, que siempre es valiente, que siempre es subversivo. Si el pensamiento no es eso, entonces apenas es la forma racional del sometimiento.

No sirve quejarse ni protestar contra el hambre. Para confrontar la estrategia del hambre es necesaria la estrategia de la multiplicación de los panes y los peces. Parábola de la abundancia que logra la magia de compartir lo que falta, para entonces consumir lo que sobra. Mal que le pese a la economía clásica los recursos no son escasos. Los hacen escasear para que sean caros y acopiados por las elites de gobernantes y gobernados cinco estrellas.

La autogestión de la producción de alimentos básicos y no tan básicos hoy es una estrategia revolucionaria. Porque es una de las formas, desde ya no la única, para pulverizar la estrategia del hambre.

Edición: 4099

 


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