Pobres y vacunas

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Por Silvana Melo
   (APe).- Tres millones de pobres más es una línea en ascenso en los gráficos institucionales. Una flecha roja hacia arriba, sin techo. De 40,9 en septiembre a 42 % por estos días son tres millones más. Caras, huesos, dientes que se caen, malditos fríos de invierno, comida escasa, futuro que se desmorona. El año en pandemia hizo caer de esa línea invisible y arbitraria a tres millones más. Se acabó el trabajo, se desplomó el mundo mismo alrededor, la vida fue amenazada por un virus que, un año después, ataca con la ferocidad multiplicada. Y no hay vacunas para los pobres de la pandemia, para los pobres nuevos del estado devastado, para los pobres nuevos que en tres años fueron ocho millones más gracias al estado gerente de los años empresariales. Y al estado virósico e impotente que un año después recibe vacunas de a gotitas porque el poder de los laboratorios decide quién se salva y quién no.

La vacuna de AstraZeneca, que el empresario Hugo Sigman elabora en Garín, cayó al mismo abismo que los sueño de tres millones de pobres flamantes que arrojó la pandemia a las calles de este sur remoto. Doce millones de dosis eran para la Argentina. Porque la fabrica y México la envasa, según las vanaglorias de patria grande que se evapora cuando los podere reales deciden que no hay frascos para envasar porque los acarapa Estados Unidos. Podrá ser la maravilla el contenido. Pero si no hay frascos no hay vacunas.

Las doce millones de dosis para esta tierra, donde el contagio viene subiendo al mismo ritmo que se cae la esperanza, están guardados en el corazón de Ohio. Porque el presidente de los Estados Unidos decidió que las vacunas son para el norte. Si sobra, se caerán algunas gotas para el sur. Cuando ya el virus se haya explayado soberanamente sobre esta gente de este sur, rodeada de la tragedia de sus vecinos y mirando cómo llega el tsunami en total desnudez.

Casi ocho millones de pobres más en tres años. Dos de la gestión de los gerentes y los patrones. Uno de la pandemia y el estado impotente y devastado. De once a diecinueve millones se dispararon los pobres. Casi la mitad de la población de este país alimentario y alimentante de los elegidos cayó en la pobreza.

Ante un sistema de salud al borde del colapso, las vacunas juradas para marzo no llegaron nunca. Y el oleaje viral se vuelve tormenta feroz en estas costas. La planta de Sigman en Garín iba a fabricar para el sur del mundo, que es el patio del fondo de este mundo. Se fabricaba en el conurbano, viajaba a México, se envasaba y volvía a la patria enorme y pobre. Pero de repente… el camino viró y fueron gerenciadas hacia los Estados Unidos y guardadas en Ohio, para cuando el poder del mundo las necesite. Aunque tenga vacunas para dos veces su población. Y este sur del mundo se muera de pena. Y de covid.

Es que los gerentes no tienen patria. Ni pequeña ni enorme. Sólo tienen cuentas bancarias infinitas. Como infinito es el desamparo de diecinueve millones de pobres que no tendrán vacunas ni sistema de salud en pie que les asegure la vida.

Nadie cree que la Argentina no pueda envasar las dosis. Nadie cree que sea imprescindible el viaje ida y vuelta de las vacunas, que de pronto se quedan arriba y se olvidan de volver. Falta la decisión del estado impotente y devastado de pararse en Garín y determinar que esas vacunas se fraccionan y se enfrascan aquí no más. Para pinchar los brazos de estos rincones remotos y que la vida crezca de abajo otra vez.

Edición: 4291


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