Olivia y el veneno de maíz

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Por Silvana Melo

(APe).- La que protege la paz. Eso dice el nombre. Olivia anduvo poquitos días por el mundo. Frágil como ramita de olivo frente a un misil. El día que murió se volvió bandera. Minúscula pero bandera. Había nacido en el barrio San Antonio, al sur de Córdoba, a 50 metros de la fábrica de bioetanol Porta Hnos. Desde la panza respiró tolueno, junto a su madre. Es –fue- uno de los cinco niños con malformaciones en 700 habitantes. Cuando la media es de dos cada mil. Olivia vuela y se lleva la ramita de olivo. Porque empieza otra batalla. Esa lucha que nace de la muerte de los niños encontró justicia en el barrio Ituzaingó anexo y en la expulsión de Monsanto de Malvinas Argentinas. Destinada, la última, a producir maíz transgénico para fabricar bioetanol. Para Porta y etcétera.

Un círculo perfecto de alimentación al modelo agroindustrial. Una frutilla en el postre sistémico, ése que derrama sobras para las Olivias que resistan.
Los Porta están instalados en el barrio San Antonio de Córdoba Sur desde los 90, para la producción de vinagre, aceto y bebidas alcohólicas. Sin audiencia pública ni estudio de impacto ambiental. Hace cuatro años se diversificó en el camino de los florecientes agronegocios: produce bioetanol, un alcohol etílico a base de maíz transgénico molido.

Tres meses apenas vivió Olivia. El tolueno, el metanol y el etanol pueblan el aire de San Antonio. El que su madre respiró. El que le llegó a sus mínimos pulmones mientras se formaban. El que le dibujó una atmósfera hostil para la llegada a un mundo que la rechazó de plano.

Darío Avila es abogado y carga con los pergaminos de una lucha que se extiende. Estuvo detrás de las condenas por el envenenamiento del barrio Ituzaingó Anexo. De la exclusión de Monsanto de Malvinas Argentinas. Y ahora busca que esa chispita frágil que fue Olivia se vuelva una primera condena por homicidio en el marco de la Ley de Residuos Peligrosos. Esa piel y esos huesitos, que soportaron apenas tres meses una vida de extrema toxicidad, pueden ser emblema.

Como fue Abigail, de seis años, una de las 200 muertes vecinas de Atanor.

Como fue Nicolás Arévalo, de cuatro años, fumigado en los tomatales de Corrientes.

Pero la muerte de Olivia buscará reparo en la Ley de Residuos Peligrosos. “Ante un hecho de contaminación ambiental, cuando se produce la muerte de una persona el delito se agrava y contempla penas de entre 10 a 25 años”, explica Darío Avila a APe. Y ésa es una llaga que se abre en la epidermis del sistema. En su propia esencia.

El viernes a mediodía se concretó la denuncia. Contra la empresa y contra los funcionarios que le allanaron el camino: los Porta han sido parte de los gobiernos de Angeloz y Mestre. Y todo termina en la batidora del sistema.

“Podemos sostener con un cierto grado de probabilidad que la muerte de Olivia puede estar vinculada a la fábrica de bioetanol”, dice Darío Avila a APe. Repasa los cinco chicos (en 700) de la zona sur con malformaciones. La media, según fuentes ministeriales, es dos de cada mil. Es el propio Medardo Avila Vázquez (1)el que hace el relevamiento. “En el caso de Olivia, la madre se embarazó en octubre del año pasado. En esos primeros meses, entre octubre y diciembre, ya estaba respirando lo que había en el barrio. A 50 metros de la planta. Es probable que esos químicos que estaba respirando hayan generado el meningocele”, explicó el médico. Para que la defensa de la fábrica no busque prontuario sanitario en una víctima, Medardo Avila deja en claro que “la mamá es joven, sana, no tiene antecedentes de aborto, ni trastornos reproductivos, su otro hijo es absolutamente sano, el padre es también sano y no toman medicamentos. En la zona, no hay antenas de celulares en la manzana, ni hay torres ni cableados de alta tensión. La única fuente de contaminación que encontramos es la fábrica y está a 50 metros”. Lo dice  con  contundencia en la crónica que firma Leandro Ross en ECOS Córdoba.

En el barrio hay más enfermedades además de las malformaciones y el meningocele de Olivia: problemas respiratorios, ardor de ojos, asma, tres casos de cáncer de páncreas, enumeró Darío Avila. Que va tejiendo una red en círculos donde todo cierra: “uno de los objetivos de la planta de Monsanto en Malvinas Argentinas era proveer maíz transgénico a las empresas cordobesas como Porta hermanos, para producir bioetanol”.

La fábrica enclavada en el corazón del barrio San Antonio es, a la vez, “una flagrante violación a la ley de Ambiente”, anota Avila. Que obliga a que estos emprendimientos funcionen en descampados. Pero “se los autoriza en las ciudades porque necesitan de los servicios públicos: Porta gasta cien mil litros de agua potable por segundo”.

Olivia se vuelve, en medio de la lucha anónima y silenciosa, un nombre fluorescente, una muerte brutal. Tres meses apenas de una vida que tuvo sentido. De una muerte que se le paró delante al poder. Que se le enfrentó como ella, tan chiquita, tan como un quijote diminuto ante las monumentales aspas de la injusticia sistémica.

Andará Olivia, por estos días, sobrevolando mejores tierras, respirando mejores aires que los venenos del barrio donde nació. Andará con la ramita de olivo en los labios pero consciente de que hay una batalla donde ella va al frente. Ahora que está todo en juego. Y nadie más puede lastimarla.

(1) Medardo Avila Vázquez es referente de la organización Médicos de Pueblos Fumigados.

Edición: 3268


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