Nunca más me digas nunca más (segunda parte)

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Por Alfredo Grande

(APe).- No me gusta citarme a mí mismo, pero como hago muchas cosas que no me gustan, voy a citarme a mí mismo. “Cuando el estado sale a matar, se hace llamar patria. Los anarquistas sabían algo del fundamento tanático del Estado que los burgueses, grandes, medianos y pequeños, se resisten a conocer. Fue necesario la destrucción material de personas, ciudades, tierras, sembradíos, empresas…Fue necesaria la destrucción simbólica de repúblicas, representaciones, mecanismos de delegación, mecanismos de elección, para que comenzaran a sospechar que la oposición democracia – dictadura era real pero aparente. No son lo mismo: es algo peor. Son diferentes pero organizan existencias idénticas. Y esto es lo que no se puede perdonar, aunque hubiera arrepentimiento, que además tampoco lo hay. Si la paloma de la paz me picotea los ojos poco importa que me digan que es diferente a la serpiente. “Somos la vida, somos la paz”, resultó una consigna tan letal como “viva la muerte”, el grito de guerra de la falange. Del terrorismo de Estado a la Razón de Estado, del Estado Benefactor al Estado Desertor, hay mutaciones políticas y económicas que sería simplista desconocer. Pero si aceptamos que la realidad es compleja, pero no complicada, no tendremos que hacer mucho esfuerzo para reconocer que el hambre en democracia es tan hambre como el hambre en dictadura, y que nunca más apenas ha sido un cambio de táctica, como cualquier director técnico mediocre puede hacer, sin que por ello cambie la estrategia. Que ha sido honrar la deuda. Pero no solamente: hay que adorarla e idolatrarla. Tanto es así que todos los gobiernos no han hecho más que aumentarla y aumentarla, para que siendo imposible pagarla incluso en sus intereses, funcione más con la lógica de la culpa que con la lógica del remordimiento. Sabemos que la culpa siempre se fundamenta a sí misma porque por algo será”.

Escribí este artículo en junio de 2002, en la revista Enfoques Alternativos, que supo dirigir el talentoso Jorge Beinstein. El título: “Los males de nuestra democracia: de idiotas y pesebres”. Hace 17 años intuía el carácter encubridor del “nunca más”. Y como es funcional a un simulacro de democracia, sigue cargando las tintas en la dictadura cívico militar. Merece total repudio. Pero merecen el mismo repudio los mecanismos por los cuales se habilitó políticamente su llegada como los mecanismos por los cuales no pudo acelerarse su partida.

Recordemos: desde la caída de Puerto Argentino hasta que Raúl Alfonsín aceptó la banda y el bastón de mando de Presidente, pasó un año y medio. El regente Bignone no fue detenido en forma inmediata, ya que no era mucho más que un Guaidó con más suerte. Y como todo demócrata progresista, sufre de lo que se denomina “anulación retroactiva”. Juicio a las Juntas Militares, condena, obediencia debida y luego punto final. El indulto llegó de las manos ensangrentadas del traidor de los llanos.

La historia es conocida: la convertibilidad estalló en las manos de quien la había creado. El astuto riojano ya había corrido a refugiarse en las cómodas mazmorras vip del senado e la nación. La década ganada puso cicatul en quemaduras de tercer grado. Híper consumo y déficit energético fueron una pareja que necesariamente terminaba en divorcio. Lamentablemente, en esa década ganada se incubó el huevo de la serpiente. La candidatura a Jefe de Gobierno de la ciudad de buenos aires del actual presidente, fue empujada por la aparición del candidato de piedra. Fogoneado por el Poder Ejecutivo, dividió el voto progresista y el sucesor de Ibarra, Telerman, hocicó frente al joven, rubio, de ojos celestes y de corazón de ratón. El mismo movimiento que Néstor Kirchner hizo con Filmus, Cristina Fernández lo repitió con Scioli. Entre medio, el abrazo de Hebe de Bonafini con el general Milani: “La madre y el General”. De los sueños compartidos a las pesadillas compartidas. La debacle fue tal, que hasta Carta Abierta fustigó a Daniel el Tibio. Incluyendo al filósofo Forster y al historiador José Pablo Feinmann. Hoy un juramento, mañana una traición. Un día de la lealtad, muchas noches de la traición.

La década ganada tenía la obsolescencia programada. Lo dejaron llegar a Macri y luego reprochan e insultan a la gente que lo votó. Parafraseando a Yupanqui, un peronista podría cantar: los aciertos son de nosotros, los errores son ajenos. Pero cuando alguien se equivoca, cabe la pregunta: ¿hice algo para inducirlo al error? En un reportaje, el ex presidente de Ecuador, Rafael Correa, citando (creo) a San Agustín, dijo que cuando la ciudadela está en peligro, cualquier duda es traición. Me quedo más tranquilo. Creo que la ciudadela está en peligro como efecto de traiciones que no fueron registradas como tales. Después de todo, quien canta combatir al capital, bien podría cantar y de paso bailar, combatiendo lo electoral. Porque ya está probado y demasiado probado, que el mecanismo electoral es un fraude, y que además, puede haber fraude al cuadrado. O sea: fraude del fraude. Y a eso lo llamamos democracia representativa.

Lo acepto: representa el mejor camuflaje, disfraz, antifaz, que el gran capital encontró para legalizar el robo, la estafa, el asesinato, la contaminación ambiental, el hambre, la desesperación, las enfermedades, la muerte a pami lento. Este virus electoralista ha infectado a parte de la izquierda. A la que por cierto respeto mucho. Escuché a Myriam Bregman que el FIT (no el FLIT que es otra cosa) buscaba acercarse a Luis Zamora. O sea: a los votos que aún mantiene Zamora por el efecto residual de la buena imagen del vendedor de libros. Zamora dijo y lo leí en Pagina 12: “ni con Carrió ni con la izquierda”. Supongo que 2002. En ese momento, otro Luis, Majul, lo entrevistaba con frecuencia. Zamora pulverizó el FREPU y luego, Autodeterminación y Libertad. Quedó administrando una marca, y con eso mantiene buena imagen y aceptable rendimiento electoral.

Que un Frente de Izquierda vaya a buscarlo, me parece que es el contagio de las unidades para sumar votos, aunque restando ideas. Tanta encuestas derramadas, pero nunca escuché una encuesta seria sobre si la gente quiere que Macri termine el mandato. Cuando no tengás ni fe, ni yerba de ayer secándose al sol…Discepolín, no los perdones: te cantan pero no te entienden. Quizá todos tengamos que empezar a ladrar. Y con tanto cambalache, después de ladrar, salir a morder.

Me preguntan por qué la gente no sale a la calle. Primero que salir, sale. Pero hay una formidable complicidad partidaria, sindical, empresarial, para que salgan, pero que vuelvan. De casa a la marcha y de la marcha a casa. Una encuesta sobre cuántas niñas y cuántos niños sufrirán hambre, dolor, desesperación, todo tipo de humillaciones, crueldades varias, hasta las próximas elecciones. Adolescentes capturados por la narco industria. Dadora de trabajo y cierto prestigio social.

A esta hora exactamente, hay cientos de miles de niños en la calle. Ni pudimos escuchar al gran Armando Tejada Gómez. Para esos cientos de miles, las boletas del cuarto oscuro no se comen. Ni abrigan. Ni enseñan. Ni calman la sed. Ni dan amor. No abrazan. No miran. No sonríen. No acompañan. Son pedazos de papel, botones electrónicos, para que las monas y monos sedientos de sangre, se vista de seda representativa, pero monas y monos sedientos de sangre se quedan. “Un relámpago trunco les cruza la mirada, Porque nadie protege esa vida que crece y el amor se ha perdido, como un niño en la calle”. Querido Armando: no puedo tener vergüenza ajena: con la mía tengo bastante.

Pintura: Máscaras, de Julieta Strasberg

Edición: 3844

 


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