De clamores y apocalipsis

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Por Carlos del Frade

(APe).- Hay fecha para el apocalipsis.

En la reciente Cumbre sobre Cambio Climático, celebrada en Escocia, entre 2030 y 2070 parece oscilar el epílogo de esta cápsula espacial cada vez más frágil como consecuencia de la devastación planificada que impusieron los países más poderosos a través del capitalismo.

Aunque se hable de agroecología y desarrollo sustentable, las empresas multinacionales avanzan sobre los bienes comunes, la biodiversidad y el viejo objetivo de los llamados “recursos naturales” para convertirlos en ganancias financieras, ni siquiera productiva.

-Me di cuenta de que la lucha es por quién controla los recursos naturales. Si son del pueblo, bajo la administración del Estado, o de los privados, bajo el saqueo de las trasnacionales…Y en Bolivia no nos perdonaron que los llamados indios hayamos encabezado la recuperación de nuestros recursos naturales. El Imperio no acepta que haya otro modelo económico, mejor. Ese es nuestro pecado, haber garantizado una esperanza. El 1° de mayo de 2006 no me tembló el pulso para nacionalizar los hidrocarburos – dijo hace poco tiempo el sobreviviente Evo Morales, aquel que asumiera en la Puerta del Sol, en Tiahuanaco, a orillas del Titicaca.

Más allá de las bellas palabras, son los números del presupuesto los que revelan la verdadera altura de los intereses políticos.

Las partidas para el ambiente en la Argentina apenas llegan al 0,12 por ciento, aunque el presidente de la Nación haya dicho que es necesario escuchar “el clamor de la Tierra”.

En una de las fechas nombradas en la Cumbre, 2030, existe un compromiso de parar con la deforestación.

En la Argentina la destrucción de los montes y bosques naturales ya supera el 80 por ciento y en provincias como Santa Fe está por encima del 90 por ciento de lo que había en 1914.

La empresa inglesa “La Forestal”, entre 1880 y 1964, taló cuatro millones de quebrachos colorados únicos en el mundo con el objetivo de producir tanino, energía y materias primas para curtiembres, al mismo tiempo que contaba con la colaboración especial del estado de Gran Bretaña. Alguna vez habrá que cobrarle a los ingleses no solamente la usurpación de Malvinas si no también aquel ecocidio que continúa en el tiempo con el mayor grado de necesidades básicas insatisfechas, entre las cuales se cuenta el analfabetismo, en cinco departamentos del norte santafesino.

Pero La Forestal no terminó con el cierre de su último ingenio en La Gallareta si no que se multiplicó a lo largo del mapa argentino, en particular y latinoamericano en general.

Las nuevas Forestales son las que denuncia Evo Morales y a cambio del quebracho que ya no está ahora vienen por el agua.

La tercera bajante consecutiva del río Paraná, consecuencia de la bestial autorización del gobierno de Bolsonaro para que las mineras destruyeran el 18 por ciento de la selva amazónica en los últimos cuatro años, es el anticipo de lo que va a suceder en poco tiempo en el noroeste argentino con la excusa de la explotación del litio, el oro blanco, del cual la Argentina es el segundo yacimiento planetario.

Millones de litros de agua serán evaporados detrás de las ganancias que produce el litio y que quedarán en manos extranjeras.

Difícil imaginar cómo llegará la cápsula espacial a los años 2030 o 2070.

Aunque digan que es fundamental escuchar el “clamor de la Tierra”, los magros presupuestos dejan zona liberada para la continuidad de la explotación irracional de los bienes comunes.

Efectivamente el apocalipsis parece aproximarse y ya figura como costo de producción en los balances de las grandes empresas, los números que suelen subordinar las bellas palabras a ocupar su lugar en el triste museo de las buenas intenciones.

Edición: 4415

 


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