Nazcan viejos

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Por Sandra Russo

(APE).- ¿Hasta qué punto el desastre de Cromañón se estampó como un límite que marca ahora con su punzón rojo fuego o negro humo la ilegalidad reinante, los deslices empresarios, la connivencia entre los bolicheros y la policía y los funcionarios, y hasta qué otro punto, cercano, peligroso, amenazante, ese desastre empezó a ser usado como un pretexto para otra vez, una vez más –¡otra vez más! – acorralar a los jóvenes y despojarlos de sus usos y costumbres, de sus hábitos y preferencias, de sus subculturas y sus propios códigos?

 

El locuaz intendente de Córdoba, Luis Juez, cuya transversalidad indefinida no evitó que en su oportunidad ejerciera censura previa sobre una muestra artística navideña para sacarse de encima y de antemano algún encontronazo con la Iglesia, que esos días atronaba por la muestra porteña de León Ferrari, ahora sentenció, como un desarrapado heredero de las peores tradiciones absolutistas, “En el barrio Nueva Córdoba no se baila más”. Suena demasiado fuerte en boca de un funcionario cualquiera, intendente, gobernador o lo que sea, semejante exabrupto. Semejante fotografía fuera de foco. El barrio Nueva Córdoba, creado hace un siglo por la aristocracia provincial para convertirse en reducto selecto de sus miembros, es en la actualidad un sector de la ciudad poblado en su mayoría por estudiantes universitarios. Hasta el desastre de Cromañón, en él funcionaban medio centenar de pubs y bares con música en vivo y una decena de discotecas. Los jóvenes no fueron poblando Nueva Córdoba atraídos por el frenesí nocturno, sino, como suele pasar y bien lo saben los urbanistas de cualquier gran ciudad, fue al revés. Las características poblacionales del barrio le dieron un carácter de centro nocturno en el que bulle la música en vivo, el baile, los tragos, los encuentros, en fin, todo ese universo juvenil que las sociedades siempre aceptan a regañadientes pero siempre, por otra parte, rechazan, porque no es ninguna novedad que a las sociedades los jóvenes en general les molestan. El impulso vital molesta. El desorden molesta.

La ordenanza impulsada por la intendencia cordobesa quiere llevar la actividad nocturna a las avenidas y sacarla del barrio, pero aún en las avenidas el baile parece tener los días contados. Demás está decir que a los chicos de Cromañón no los mató la alegría ni la danza ni la música ni los tatuajes ni los piercings ni el sexo furtivo ni el alcohol ni nada de lo que ahora parece tremendo. No es tremendo el alocado y maravilloso cuarto de hora de juventud al que todos tenemos derecho de pintar con el color que más nos guste. Lo tremendo fue la desidia, la codicia y el desprecio por las reglas. Estas presuntas medidas de protección a la juventud corren el riesgo de convertirse en ataques mal disimulados a la vida que los jóvenes quieren vivir y al modo en que eligen vivirla. Que vayan a bailar a un lugar seguro es una cosa; pretender que no bailen más es como decirles: nazcan viejos.

Fuente de datos: Diario Clarín - 03-02-05


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