La locura y el daño

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Por Silvana Melo

(APe).- El capitalismo vende la cordura en sus góndolas como valor torrencial. Los locos son periféricos. A-normales, simplemente porque subvierten las normas. La normalidad es este transcurso estructurado donde se concentra la riqueza descaradamente, sin disfraces. Mientras del lado de la locura, es decir del descarte, del borde, de la vida lejana y suburbial, quedan los niños (seis de cada diez en la pobreza, casi dos millones con hambre) y los viejos: a fin de año se le devaluará la mínima en trece puntos y el engranaje de la cordura perfecta ya piensa nuevas vejaciones para aplicar en un espectro poblacional con la vida extendida pero en deterioro, enfermos no redituables, dilapidadores de un sistema de salud ahora destituido. Reducido a salita cuando fue hospital.

Por ahí, entre todos ellos, andan los locos. Sembrando flores en el cemento. Y asegurando que crecen.

“Tengo que estar tranquilo, porque si me vuelvo loco les puedo hacer mucho daño a todos ustedes”, dijo el Presidente. Se lo dijo a una vecina de Mendoza, cuando tocó su timbre. En una escena fraguada, donde la cordura quiso imponer la espontaneidad. Pero la chaveta presidencial, según su propia definición, parece depender de los rompecabezas de su pequeña hija. Casi un oxímoron en tiempos de tanta lógica.

Cuando por espasmos se busca bajar la edad para encarcelar niños, la imputabilidad debería cambiar sus criterios.

Con cierta cordura criminal podría ensayarse algún encierro. O al menos el aislamiento de un mundo mayoritario de depuestos y prescindibles que miran desde afuera la fiesta de los razonables.

Simplemente que queden afuera. En los arrabales. Por el daño, que nunca es vecino de la locura. Sino de los ciento cincuenta dueños de la tierra, el cielo, el despojo y el juicio.

Mientras tanto, por afuera, andan los locos. Clavando clavos en la puerta del cielo y sembrando flores en el cemento. Ellos dicen que crecen. Nosotros también lo creemos. Más aun cuando la sociedad con la primavera ya está casi firmada. Y las calles, cada vez más llenas.

Edición: 3701

 


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